11/06/2017, 14:12
—Es un gusto, Kurusu Ashito-san —respondió, correspondiendo la ligera reverencia del de ojos oscuros.
Ante sus ojos, se había encontrado con una de las personas más amables que había visto en bastante tiempo. No cualquiera se detenía a ayudar a un desconocido en medio del camino. Puede que fuese aquel sentimiento del que le habían hablado, algo sobre la solidaridad entre ninjas. Aquello era una de las pocas cosas que podía entender: Como ninjas de la misma aldea, tenían el deber moral de socorrerse mutuamente. Y como ninjas de la misma aldea tenían el deber de luchar con todo si llegaba a darse un conflicto entre las partes.
“Esa filosofía no es distinta de la que pregonan los guerreros clásicos —dedujo, según lo que había aprendido durante sus años tiernos y durante su tiempo en Uzushio—. Entonces, ¿Cuál es la diferencia entre un ninja y otros guerreros?”
Aquella era la pregunta que tanto había rondado su cabeza, la visión de una fina frontera que para él resultaba invisible, que para otros, como su maestro, resultaba tan clara como la horizontal línea que dividía el cielo de la tierra.
—Sí, pongámonos en marcha, Ashito-san.
Observo el camino que se habría frente a ellos, y espero que su ahora compañero de viaje comenzara a caminar. Kōtetsu se sentía bastante calmado con la situación, pese a que ambos estaban lo suficientemente desorientados como para darse por perdidos. Sin embargo, y pese al insistente nerviosismo que embargaba a su compatriota, estaba seguro que de una u otra forma hallaría como llegar a su destino. Estaba determinado a presentarse en el torneo de los dojos.
Ante sus ojos, se había encontrado con una de las personas más amables que había visto en bastante tiempo. No cualquiera se detenía a ayudar a un desconocido en medio del camino. Puede que fuese aquel sentimiento del que le habían hablado, algo sobre la solidaridad entre ninjas. Aquello era una de las pocas cosas que podía entender: Como ninjas de la misma aldea, tenían el deber moral de socorrerse mutuamente. Y como ninjas de la misma aldea tenían el deber de luchar con todo si llegaba a darse un conflicto entre las partes.
“Esa filosofía no es distinta de la que pregonan los guerreros clásicos —dedujo, según lo que había aprendido durante sus años tiernos y durante su tiempo en Uzushio—. Entonces, ¿Cuál es la diferencia entre un ninja y otros guerreros?”
Aquella era la pregunta que tanto había rondado su cabeza, la visión de una fina frontera que para él resultaba invisible, que para otros, como su maestro, resultaba tan clara como la horizontal línea que dividía el cielo de la tierra.
—Sí, pongámonos en marcha, Ashito-san.
Observo el camino que se habría frente a ellos, y espero que su ahora compañero de viaje comenzara a caminar. Kōtetsu se sentía bastante calmado con la situación, pese a que ambos estaban lo suficientemente desorientados como para darse por perdidos. Sin embargo, y pese al insistente nerviosismo que embargaba a su compatriota, estaba seguro que de una u otra forma hallaría como llegar a su destino. Estaba determinado a presentarse en el torneo de los dojos.