11/06/2017, 22:08
Luego del épico viaje que necesito para llegar al valle de los dojos, el Hakagurē se encontraba exhausto, lo suficiente como para permanecer por una semana en la cama. O al menos eso pensaba, pues pronto sus fuerzas estuvieron repuestas y sus ánimos a tope. De hecho se encontraba aburrido, a la espera de un evento cuya fecha de inicio le resultaba desconocida.
“Necesito hacer algo, siento que me estoy volviendo de piedra mientras espero”, pensó, luego de haberse dado un largo baño que ocupo lo que quedaba de la larga tarde.
Observo por la ventana de su dormitorio y descubrió que era de noche, una noche calmada y aburrida. Decidió leer un poco aquel instructivo de hospedaje que le habían dado en el momento en que se estableció en aquella posada. El edifico contaba con las comodidades más básicas y nada más, la prioridad cultural en aquella región eran los combates y el desarrollo personal en el ámbito del guerrero. Prueba de aquello era la infinidad de dojos y plataformas de combate puestas al servicio público. Inclusive en su propio edificio había un complejo donde se podía entrenar y pasar el rato.
“Una buena sesión de entrenamiento nocturno servirá para apaciguar mis ánimos”, pensó al terminar de leer.
Guardo algunas cosas en un bolso y se encamino hacia uno de los dojos interiores, uno que pensaba estaría vacio. Ya estaba haciendo planes sobre cual rutina le convendría mas y sobre qué movimiento ensayar, cuando se encontró con que aquel alejado sitio se encontraba ocupado por una jovencita que parecía estarse preparando para entrenar.
Movido por la curiosidad que le provocaba aquella desconocida, se acerco cuidando de no hacer ruido con sus pasos, mas por sutileza y respeto al silencio que por la intensión de acercarse sin ser descubierto. Desde su cómodo punto ciego se quedo observando como la joven estiraba sus músculos y como calentaba. Escucho unos cuantos crujidos y vio algunos estiramientos que involuntariamente le indujeron a hablar desde las sombras.
—Tienes una buena flexibilidad —reconocio de repente, quebrando el sigilo que hasta entonces habia mantenido, y acercandose a la luz.
“Necesito hacer algo, siento que me estoy volviendo de piedra mientras espero”, pensó, luego de haberse dado un largo baño que ocupo lo que quedaba de la larga tarde.
Observo por la ventana de su dormitorio y descubrió que era de noche, una noche calmada y aburrida. Decidió leer un poco aquel instructivo de hospedaje que le habían dado en el momento en que se estableció en aquella posada. El edifico contaba con las comodidades más básicas y nada más, la prioridad cultural en aquella región eran los combates y el desarrollo personal en el ámbito del guerrero. Prueba de aquello era la infinidad de dojos y plataformas de combate puestas al servicio público. Inclusive en su propio edificio había un complejo donde se podía entrenar y pasar el rato.
“Una buena sesión de entrenamiento nocturno servirá para apaciguar mis ánimos”, pensó al terminar de leer.
Guardo algunas cosas en un bolso y se encamino hacia uno de los dojos interiores, uno que pensaba estaría vacio. Ya estaba haciendo planes sobre cual rutina le convendría mas y sobre qué movimiento ensayar, cuando se encontró con que aquel alejado sitio se encontraba ocupado por una jovencita que parecía estarse preparando para entrenar.
Movido por la curiosidad que le provocaba aquella desconocida, se acerco cuidando de no hacer ruido con sus pasos, mas por sutileza y respeto al silencio que por la intensión de acercarse sin ser descubierto. Desde su cómodo punto ciego se quedo observando como la joven estiraba sus músculos y como calentaba. Escucho unos cuantos crujidos y vio algunos estiramientos que involuntariamente le indujeron a hablar desde las sombras.
—Tienes una buena flexibilidad —reconocio de repente, quebrando el sigilo que hasta entonces habia mantenido, y acercandose a la luz.
![[Imagen: aab687219fe81b12d60db220de0dd17c.gif]](https://i.pinimg.com/originals/aa/b6/87/aab687219fe81b12d60db220de0dd17c.gif)