12/06/2017, 04:14
—Lo siento, no tenía la intención de interrumpir tu calentamiento —aseguro el Hakagurē, en cuanto sintió que estaba siendo inoportuno—. Vine a practicar un rato y a despejar mi mente, pero no esperaba encontrarme a nadie entrenando a estas horas.
El espadachín retrocedió un poco como si tuviera intenciones de retirarse, pero lo cierto es que no se le había ocurrido dicha posibilidad. Se coloco en un mueble cercano, y allí comenzó a poner en orden sus cosas, dando a entender que también planeaba quedarse entrenando. Se mantuvo sentado, observando a aquella muchacha durante unos instantes; era un poco más alta que él y también más corpulenta. Tenía una larga cabellera rubia y una piel rosácea salpicada de una multitud de pecas que se le antojaban simpáticas.
“Puede que sea mi imaginación, pero… esta chica luce fuerte”, pensó, con creciente curiosidad.
No recordaba haberla visto en la aldea, pero si se encontraba allí sin duda debía tratarse de una kunoichi. Pero aquello no era lo que más agitaba sus pensamientos, sino el hecho de que aquella muchacha le transmitía una cierta sensación de inquietud. Era un sentimiento primitivo arraigado en los instintos de los guerreros. No se trataba de una alerta de peligro como la que sentiría una presa al ser perseguida, más bien era una especia de reto o desafío a su estatus, como el de dos depredadores que cruzan caminos en territorio sin disputar.
“No hay duda, es mi instinto el que me grita que esta chica es fuerte”
—Disculpa —dijo para llamar su atención—, sé que es repentino y un poco grosero, pero… ¿Qué te parece si nos ayudamos a entrenar mutuamente? —pregunto con serenidad, acercándose a donde estaba la muchacha.
El espadachín retrocedió un poco como si tuviera intenciones de retirarse, pero lo cierto es que no se le había ocurrido dicha posibilidad. Se coloco en un mueble cercano, y allí comenzó a poner en orden sus cosas, dando a entender que también planeaba quedarse entrenando. Se mantuvo sentado, observando a aquella muchacha durante unos instantes; era un poco más alta que él y también más corpulenta. Tenía una larga cabellera rubia y una piel rosácea salpicada de una multitud de pecas que se le antojaban simpáticas.
“Puede que sea mi imaginación, pero… esta chica luce fuerte”, pensó, con creciente curiosidad.
No recordaba haberla visto en la aldea, pero si se encontraba allí sin duda debía tratarse de una kunoichi. Pero aquello no era lo que más agitaba sus pensamientos, sino el hecho de que aquella muchacha le transmitía una cierta sensación de inquietud. Era un sentimiento primitivo arraigado en los instintos de los guerreros. No se trataba de una alerta de peligro como la que sentiría una presa al ser perseguida, más bien era una especia de reto o desafío a su estatus, como el de dos depredadores que cruzan caminos en territorio sin disputar.
“No hay duda, es mi instinto el que me grita que esta chica es fuerte”
—Disculpa —dijo para llamar su atención—, sé que es repentino y un poco grosero, pero… ¿Qué te parece si nos ayudamos a entrenar mutuamente? —pregunto con serenidad, acercándose a donde estaba la muchacha.
![[Imagen: aab687219fe81b12d60db220de0dd17c.gif]](https://i.pinimg.com/originals/aa/b6/87/aab687219fe81b12d60db220de0dd17c.gif)