12/06/2017, 16:18
El de cabellos oscuros estuvo en acuerdo con lo propuesto, más no parecía comprender los temores de su acompañante.
— Eh, ¿Caminando? No veo la razón por la que no podrías ingresar normalmente— respondió el peliazabache como si sus palabras fueran las más obvias del mundo.
“Quizás estoy siendo un poco paranoico, puede que ni siquiera tenga problemas para ingresar”, reflexiono, mientras comenzaba a caminar.
Continuo andando, acercándose a la enorme puerta donde todos, o al menos la mayoría, eran detenidos e interrogados sobre sus motivos de visita. Los guardias eran hombres enormes y de ojos atentos y acosadores. Portaban gruesas armaduras metálicas y largas lanzas decoradas con penachos brillantes. Entre más cerca se encontraba, mejor comprendía el funcionamiento de aquel puesto: Eran cerca de una docena de soldados que montaban guardia, encargados de repeler las posibles amenazas y a le gente indeseable. Eran meticuloso en su trabajo, pero en algunas ocasiones se evidencio que bastaba un poco de dinero cambiando de manos para que un mercader pudiese pasar sin la necesidad de someter su caravana a revisión. Mientras, algunos indigentes, de aspecto preocupantemente similar al suyo, eran repelidos utilizando amenazas y algunos excesos de fuerza cuando se ponían ariscos.
—Sí, bueno… Ya estamos aquí, así que necesitamos pasar. Te sigo compañero. —No se le escuchaba muy convencido, pero aquello no evito que se mantuviera serenamente tras los pasos de Ashito.
— Eh, ¿Caminando? No veo la razón por la que no podrías ingresar normalmente— respondió el peliazabache como si sus palabras fueran las más obvias del mundo.
“Quizás estoy siendo un poco paranoico, puede que ni siquiera tenga problemas para ingresar”, reflexiono, mientras comenzaba a caminar.
Continuo andando, acercándose a la enorme puerta donde todos, o al menos la mayoría, eran detenidos e interrogados sobre sus motivos de visita. Los guardias eran hombres enormes y de ojos atentos y acosadores. Portaban gruesas armaduras metálicas y largas lanzas decoradas con penachos brillantes. Entre más cerca se encontraba, mejor comprendía el funcionamiento de aquel puesto: Eran cerca de una docena de soldados que montaban guardia, encargados de repeler las posibles amenazas y a le gente indeseable. Eran meticuloso en su trabajo, pero en algunas ocasiones se evidencio que bastaba un poco de dinero cambiando de manos para que un mercader pudiese pasar sin la necesidad de someter su caravana a revisión. Mientras, algunos indigentes, de aspecto preocupantemente similar al suyo, eran repelidos utilizando amenazas y algunos excesos de fuerza cuando se ponían ariscos.
—Sí, bueno… Ya estamos aquí, así que necesitamos pasar. Te sigo compañero. —No se le escuchaba muy convencido, pero aquello no evito que se mantuviera serenamente tras los pasos de Ashito.