12/06/2017, 18:53
(Última modificación: 29/07/2017, 02:55 por Amedama Daruu.)
Su cara se topó de pronto con una mano pequeña, femenina, que le frenó el paso. Daruu retrocedió, confuso. Ante él acababa de aparecer una muchacha: tenía el pelo negro y lleno de trenzas, atados detrás de la cabeza en una coleta alta; los ojos verdes y la tez morena. Vestía un uwagi sin mangas de color amarillo atado con un cinturón de color negro. Los pantalones eran de un color azul marino muy oscuro. Llevaba dos pares de katanas cortas atadas al cinturón a cada lado de la cintura. No tenía el cuerpo desarrollado, los músculos del brazo estaban tonificados y fuertes, era un poco más alta que él a pesar de aparentar su edad y casi parecía un chico, pero por su voz quedó claro que no era así.
—¡Eh, eh, eh, forasteros! —dijo. Sólo entonces Daruu miró su alrededor y descubrió que no era el único shinobi de la calle. También había un chaval de Kusagakure. Lo que más le llamó la atención es que tenía... ¿el pelo verde?—. He oído que los shinobi lucháis muy bien. ¿Tengo que esperar al torneo para verlo?
«¿En qué clase de lío me he metido?»
—Lo... lo siento, pero estoy algo ocupado... —Bordeó a la muchacha, pero ésta, deliberadamente, chocó su hombro con él, con tanta fuerza que, aunque siguió andando, vio desviada su ruta unos grados.
—Por lo visto también sois unos cobardes. ¿Pretendéis pasar de la primera ronda?
Los pies de Daruu, atraídos por un imán inexistente, se pegaron al suelo.
La muchacha sonrió, a espaldas del shinobi.
—Tú, el de Kusagakure —dijo—. ¿Eres igual de cobarde que él?
—¡Eh, eh, eh, forasteros! —dijo. Sólo entonces Daruu miró su alrededor y descubrió que no era el único shinobi de la calle. También había un chaval de Kusagakure. Lo que más le llamó la atención es que tenía... ¿el pelo verde?—. He oído que los shinobi lucháis muy bien. ¿Tengo que esperar al torneo para verlo?
«¿En qué clase de lío me he metido?»
—Lo... lo siento, pero estoy algo ocupado... —Bordeó a la muchacha, pero ésta, deliberadamente, chocó su hombro con él, con tanta fuerza que, aunque siguió andando, vio desviada su ruta unos grados.
—Por lo visto también sois unos cobardes. ¿Pretendéis pasar de la primera ronda?
Los pies de Daruu, atraídos por un imán inexistente, se pegaron al suelo.
La muchacha sonrió, a espaldas del shinobi.
—Tú, el de Kusagakure —dijo—. ¿Eres igual de cobarde que él?