13/06/2017, 23:48
—No te preocupes —respondió con una cordial sonrisa ante las disculpas del contrario y prosiguió los estiramientos.
Seguramente en eso se terminaría la plática y cada uno haría lo que vino a hacer en primer lugar, cada uno por separado ignorando al otro a no ser que en algún momento terminen por chocar o alguno comience a practicar de alguna manera que suponga un riesgo para la salud del otro, como lanzar bolas de fuego en diferentes direcciones aunque seguramente algo termine destrozado.
En ese momento la rubia había dado por terminados todos sus ejercicios de estiramiento y ya se podía poner con lo que vendría siendo entrenamiento, empezando por los abdominales. Así que se dejó caer hacia atrás, estiró un poco tanto brazos como piernas como si se estuviese desperezando y luego flexionó las piernas tanto como pudo.
Con las manos en la nuca hizo un par de abdominales y el chico de cabellos blancos regresó luego de dejar algunas de sus pertenencias en un mueble cercano y soltó la propuesta de ayudarse mutuamente. Koko se recostó y desde aquella postura lo miró fijamente como si pretendiese ver algo en él que obviamente no existía, o ella al menos no era capaz de ver.
—Si quieres, podrías sentarte en mis pies y agarrarme las piernas para que no se me muevan —indicó suponiendo que se refería justamente a eso y no a un entrenamiento de combate.
Seguramente en eso se terminaría la plática y cada uno haría lo que vino a hacer en primer lugar, cada uno por separado ignorando al otro a no ser que en algún momento terminen por chocar o alguno comience a practicar de alguna manera que suponga un riesgo para la salud del otro, como lanzar bolas de fuego en diferentes direcciones aunque seguramente algo termine destrozado.
En ese momento la rubia había dado por terminados todos sus ejercicios de estiramiento y ya se podía poner con lo que vendría siendo entrenamiento, empezando por los abdominales. Así que se dejó caer hacia atrás, estiró un poco tanto brazos como piernas como si se estuviese desperezando y luego flexionó las piernas tanto como pudo.
Con las manos en la nuca hizo un par de abdominales y el chico de cabellos blancos regresó luego de dejar algunas de sus pertenencias en un mueble cercano y soltó la propuesta de ayudarse mutuamente. Koko se recostó y desde aquella postura lo miró fijamente como si pretendiese ver algo en él que obviamente no existía, o ella al menos no era capaz de ver.
—Si quieres, podrías sentarte en mis pies y agarrarme las piernas para que no se me muevan —indicó suponiendo que se refería justamente a eso y no a un entrenamiento de combate.