14/06/2017, 00:06
Tras saludar lo primero que la pecosa escuchó fue algo que no la sorprendió en lo más mínimo, era hasta normal que la confundieran así aunque en el fondo ella también era una Sakamoto pero sabía muy bien que en realidad se refería a Noemi.
—No soy Noemi, si es que preguntas por ella —respondió con una afable sonrisa dibujada en el rostro—. Koko, soy la hermana melliza de Noemi —agregó tendiéndole una mano para estrecharla.
Ahora solo restaba que el chico se presentase, pero había una mínima posibilidad de que no se lo creyese al igual que había ocurrido un par de veces. Por algún motivo algunos se creen que tanto Koko como Noemi son la misma persona pero a la hora de explicar las diferencias físicas de ambas lo hacen ya sea con un simple jutsu de transformación o mismo marcadores. Hubo incluso quien las acusó de pintarse con marcadores los ojos…
—Y tú eres… ¿Nabi, tal vez? —preguntó algo dudosa al respecto, después de todo le conocía principalmente por cuentos de su hermana.
De vista también lo conocía, es cierto, pero la Sakamoto nunca se tomó la molestia de señalar a nadie y decir “Ese es Nabi” ni nada similar así que se tenía que valer de descripciones —bastante vagas— que le habían dado uno que otro día aleatorio.
—No soy Noemi, si es que preguntas por ella —respondió con una afable sonrisa dibujada en el rostro—. Koko, soy la hermana melliza de Noemi —agregó tendiéndole una mano para estrecharla.
Ahora solo restaba que el chico se presentase, pero había una mínima posibilidad de que no se lo creyese al igual que había ocurrido un par de veces. Por algún motivo algunos se creen que tanto Koko como Noemi son la misma persona pero a la hora de explicar las diferencias físicas de ambas lo hacen ya sea con un simple jutsu de transformación o mismo marcadores. Hubo incluso quien las acusó de pintarse con marcadores los ojos…
—Y tú eres… ¿Nabi, tal vez? —preguntó algo dudosa al respecto, después de todo le conocía principalmente por cuentos de su hermana.
De vista también lo conocía, es cierto, pero la Sakamoto nunca se tomó la molestia de señalar a nadie y decir “Ese es Nabi” ni nada similar así que se tenía que valer de descripciones —bastante vagas— que le habían dado uno que otro día aleatorio.