1/07/2015, 08:06
El famoso jardín de los cerezos era probablemente el lugar menos favorito de Kota, aún cuando éste ocupara un espacio más que considerable de toda el área de la aldea. No sabía la razón pero sentía cierto desagrado por las tonalidades excéntricas y llamativas, como bien lo era el afeminado rosa que consumía como un cáncer a toda la naturaleza que rodeaba los templos, parques y plazas de la zona. Claro que la estación había logrado que todo aquel colorido terminara de un día para otro en el suelo, descubriendo las largas ramificaciones de las plantas, pero el saber que volverían a crecer mantenían vivo su desagrado.
Y aún así, allí se encontraba, aunque sabía perfectamente el por qué...
«¿Dónde se supone que estás?» —refiriéndose, en efecto; a su impuntual hermano.
Los Uchiha habían quedado en verse en una de las encrucijadas del gran jardín. En vista de que habían zonas bastante idóneas para entrenar, aunado a la necesidad de cambiar un poco de aires y alejarse de los alrededores de su propia casa, era ese el lugar idóneo para una buena práctica vespertina. Además, eran pocas las personas que solían transitar por esos lares a no ser que tuvieran una buena razón para ello, así que podrían disfrutar de la privacidad que concierne a la hora de demostrar o utilizar ciertas características a la hora de un entrenamiento. Pero de todas maneras, ningún detalle importaba si Yota no se presentaba, y así parecía que iba a ser.
No tenía la intención de irse de inmediato a pesar de ser una respuesta apropiada ante el indecoro de su mellizo, así que comenzó a dar un par de vueltas por la zona tanteando la opción de que quizás su contra-parte se había confundido de lugar. Pero lo que encontró en aquella búsqueda no fue sino uno de esos colores escandalosos que tanto repudiaba, aunque no pertenecía a ninguna planta sino a lo que parecía ser una cabellera de puntas revoltosas y postradas en el suelo. Kota se acercó con poco reparo y se interpuso entre la sombra del gran árbol bajo el que Nabi se encontraba y logró oscurecer más el panorama con su cuerpo.
Carraspeó la garganta para llamar su atención y habló.
—¡Nabi-san! —comentó—. ¿qué diablos haces ahí tirado?
Y aún así, allí se encontraba, aunque sabía perfectamente el por qué...
«¿Dónde se supone que estás?» —refiriéndose, en efecto; a su impuntual hermano.
Los Uchiha habían quedado en verse en una de las encrucijadas del gran jardín. En vista de que habían zonas bastante idóneas para entrenar, aunado a la necesidad de cambiar un poco de aires y alejarse de los alrededores de su propia casa, era ese el lugar idóneo para una buena práctica vespertina. Además, eran pocas las personas que solían transitar por esos lares a no ser que tuvieran una buena razón para ello, así que podrían disfrutar de la privacidad que concierne a la hora de demostrar o utilizar ciertas características a la hora de un entrenamiento. Pero de todas maneras, ningún detalle importaba si Yota no se presentaba, y así parecía que iba a ser.
No tenía la intención de irse de inmediato a pesar de ser una respuesta apropiada ante el indecoro de su mellizo, así que comenzó a dar un par de vueltas por la zona tanteando la opción de que quizás su contra-parte se había confundido de lugar. Pero lo que encontró en aquella búsqueda no fue sino uno de esos colores escandalosos que tanto repudiaba, aunque no pertenecía a ninguna planta sino a lo que parecía ser una cabellera de puntas revoltosas y postradas en el suelo. Kota se acercó con poco reparo y se interpuso entre la sombra del gran árbol bajo el que Nabi se encontraba y logró oscurecer más el panorama con su cuerpo.
Carraspeó la garganta para llamar su atención y habló.
—¡Nabi-san! —comentó—. ¿qué diablos haces ahí tirado?