20/06/2017, 20:52
¿Acaso era de los que se dejaba llevar por esas chorradas? se preguntó, de nuevo, tras la misma interrogante de su interlocutora. Kaido la miró extrañado, como si Ayame realmente le hubiese hecho frente sin temer por su vida, o salir corriendo luego de haber dicho aquello. Eso podría significar dos cosas: o que aquel místico fenómeno le había dado algo de confianza, o que de alguna forma; Ayame se sentía más segura teniendo a Kaido cerca.
—Chorradas o no, no creo que sea demasiado elocuente ni acertado que una bestia como yo hable como una marica. ¡Oh, observad, que bello y hermoso paisaje de numerosos matices y acuarelas!; ¿no suena muy bien en mí o sí?
Rió, por lo bajo. Entonces centró de nuevo su mirada en el cielo, y comprobó como del otro lado comenzaba a llover más y más fuerte, como si eso fuera ya posible.
Pero de pronto, su sucia imaginación le llevó de nuevo a pensar que aquello simplemente no era suficiente para poder saciar sus ansias de aventura y experiencia. No, es que estar detrás de una baranda de madera sin poder cruzar los límites hacia el otro extremo era probablemente una limitación que el tiburón no estaba dispuesto a soportar, sin importar las consecuencias que le trajera aquello.
Pensó que, ¿qué tenía de malo acercarse hasta la línea divisoria, y por qué nadie lo había hecho ya? quizás, era una norma de los pueblos más cercanos de cada lado de la frontera para no cruzar a su gentilicio y crear un caos que pudiera herir a sus invitados, o algo similar.
Kaido, sin embargo, pensaba diferente.
—En fin, ahora que veo tanta agua caer me siento un poco reseco. ¿Qué dices si pasamos al otro lado, eh, Ayame?
Y sin importar cual fuera su respuesta, el gyojin se abalanzó por encima de la baranda y caminó como quien se siente dueño del mundo. Las miradas se centraron en la única persona que había traspasado la división, y que se acercaba parsimoniosamente hasta los linderos de la intangible línea divisoria.
El escualo finalmente se sumergió en aquella división, y dejó que su cuerpo recibiera un poco de ambos extremos: su mitad derecha era azotada por el fuerte torrencial, y el izquierdo, aún recibía el sol ardiente del país del Viento.
Y así, todos probaron una pizca de rebeldía a ver a Kaido hacer aquello. Y fue tan así, que impulsó a que la curiosidad obligara a unos cuantos a hacer lo mismo. Y de pronto, una marea titánica de gente comenzó a correr hasta la línea de los Dioses, esperando ser bendecidos por aquel extraño fenómeno.
El festival se había vuelto, de pronto, un evento mucho más festivo y menos tranquilo que antes. Todos bailaban bajo la lluvia y el sol.
—Chorradas o no, no creo que sea demasiado elocuente ni acertado que una bestia como yo hable como una marica. ¡Oh, observad, que bello y hermoso paisaje de numerosos matices y acuarelas!; ¿no suena muy bien en mí o sí?
Rió, por lo bajo. Entonces centró de nuevo su mirada en el cielo, y comprobó como del otro lado comenzaba a llover más y más fuerte, como si eso fuera ya posible.
Pero de pronto, su sucia imaginación le llevó de nuevo a pensar que aquello simplemente no era suficiente para poder saciar sus ansias de aventura y experiencia. No, es que estar detrás de una baranda de madera sin poder cruzar los límites hacia el otro extremo era probablemente una limitación que el tiburón no estaba dispuesto a soportar, sin importar las consecuencias que le trajera aquello.
Pensó que, ¿qué tenía de malo acercarse hasta la línea divisoria, y por qué nadie lo había hecho ya? quizás, era una norma de los pueblos más cercanos de cada lado de la frontera para no cruzar a su gentilicio y crear un caos que pudiera herir a sus invitados, o algo similar.
Kaido, sin embargo, pensaba diferente.
—En fin, ahora que veo tanta agua caer me siento un poco reseco. ¿Qué dices si pasamos al otro lado, eh, Ayame?
Y sin importar cual fuera su respuesta, el gyojin se abalanzó por encima de la baranda y caminó como quien se siente dueño del mundo. Las miradas se centraron en la única persona que había traspasado la división, y que se acercaba parsimoniosamente hasta los linderos de la intangible línea divisoria.
El escualo finalmente se sumergió en aquella división, y dejó que su cuerpo recibiera un poco de ambos extremos: su mitad derecha era azotada por el fuerte torrencial, y el izquierdo, aún recibía el sol ardiente del país del Viento.
Y así, todos probaron una pizca de rebeldía a ver a Kaido hacer aquello. Y fue tan así, que impulsó a que la curiosidad obligara a unos cuantos a hacer lo mismo. Y de pronto, una marea titánica de gente comenzó a correr hasta la línea de los Dioses, esperando ser bendecidos por aquel extraño fenómeno.
El festival se había vuelto, de pronto, un evento mucho más festivo y menos tranquilo que antes. Todos bailaban bajo la lluvia y el sol.