21/06/2017, 15:53
Llorar y llorar era lo único que sabía que podía hacer sin ganarse un puñetazo de esos que la dejaban tonta y de paso sangrando. Varias neuronas se le debieron haber muerto en esos pocos golpes que el grandulón le había dado y ahora para colmo la amenazaban con un filo al cuello. No se podía estar peor, ¿verdad?
Aunque la pelirroja no quisiera una respuesta a esa pregunta, el de sonrisa maliciosa al final le demostró que sí, se podía estar peor. Un segundo después de que la hoja de la navaja fuese removida de su cuello un calor más intenso que el de una bola de fuego impactó contra su frente obligándola a retorcerse y chillar tanto como podía, casi parecía estar a punto de desgarrarse las cuerdas vocales pero a aquellos dos no parecía importarle aquello, pues la dejaron marcada probablemente de por vida.
Irónico que la marca fuese exactamente igual al sello de aprobación que se pone en los pergaminos de misiones, también lo era que justamente fuese el de rango D, como la misión que supuestamente debía de completar.
Ahora, ¿se suponía que luego de todo esto volvía a fiarse de nadie? Suponiendo que sobreviviese claro, su propio kage la había enviado con estos dos que habían logrado ingresar a la aldea sin problemas y nadie se percató de nada. ¿No había nada raro allí? ¿En serio? Sencillamente flipante.
A nadie le importaba una mierda de ella, esta ya era la segunda vez que terminaba vendida a alguien solo que esta vez era una subasta. La primera simplemente fue intercambiada por una cifra y ya, milagro que a la larga regresase a la aldea y esta vez a saber si lo lograba, ya ilesa no iba a salir puesto que tenía terrible marca en la frente.
~Es injusto, todos son unos mierdas y la pago yo ~pensaba la kunoichi destrozada mentalmente.
Ritsuko yacía en el piso, exactamente donde los otros dos hombres la habían dejado, en absoluto silencio y con una mirada inexpresiva aunque las lágrimas no paraban de fluir.
—Tal vez tengas que hacer las cosas tú misma —sugirió aquella voz que solo ella era capaz de escuchar.
~Empezando por el viejo, ¿no? ~respondió en su cabeza la menor.
—Tú lo dijiste.
Aunque la pelirroja no quisiera una respuesta a esa pregunta, el de sonrisa maliciosa al final le demostró que sí, se podía estar peor. Un segundo después de que la hoja de la navaja fuese removida de su cuello un calor más intenso que el de una bola de fuego impactó contra su frente obligándola a retorcerse y chillar tanto como podía, casi parecía estar a punto de desgarrarse las cuerdas vocales pero a aquellos dos no parecía importarle aquello, pues la dejaron marcada probablemente de por vida.
Irónico que la marca fuese exactamente igual al sello de aprobación que se pone en los pergaminos de misiones, también lo era que justamente fuese el de rango D, como la misión que supuestamente debía de completar.
Ahora, ¿se suponía que luego de todo esto volvía a fiarse de nadie? Suponiendo que sobreviviese claro, su propio kage la había enviado con estos dos que habían logrado ingresar a la aldea sin problemas y nadie se percató de nada. ¿No había nada raro allí? ¿En serio? Sencillamente flipante.
A nadie le importaba una mierda de ella, esta ya era la segunda vez que terminaba vendida a alguien solo que esta vez era una subasta. La primera simplemente fue intercambiada por una cifra y ya, milagro que a la larga regresase a la aldea y esta vez a saber si lo lograba, ya ilesa no iba a salir puesto que tenía terrible marca en la frente.
~Es injusto, todos son unos mierdas y la pago yo ~pensaba la kunoichi destrozada mentalmente.
Ritsuko yacía en el piso, exactamente donde los otros dos hombres la habían dejado, en absoluto silencio y con una mirada inexpresiva aunque las lágrimas no paraban de fluir.
—Tal vez tengas que hacer las cosas tú misma —sugirió aquella voz que solo ella era capaz de escuchar.
~Empezando por el viejo, ¿no? ~respondió en su cabeza la menor.
—Tú lo dijiste.