27/06/2017, 00:09
Hasta donde Ritsuko sabía, todas las cartas ya estaban en juego y nada ni nadie la sacaría de ese lío en que se había metido, si para colmo le sumábamos sus sospechas de que fue en realidad Kenzou el que pretendió quitársela de encima de una forma poco ortodoxa, pues las cosas solo podían empeorar para ella.
Pero no todo era tan malo, básicamente porque una parda de raíces comenzaron a deformar el suelo justo para el momento en que la subasta parecía estar a punto de llegar al final. ~¿Y eso? ~fue lo único que atinó a pensar la kunoichi que permanecía tumbada en el suelo y con una mirada melancólica que parecía indicar que ya se había dado por vencida.
Casi diez mil ryos fueron los que estuvieron a punto de pagar por ella, una buena suma realmente, más de lo que jamás se hubiese esperado y más si considerábamos que por la misión original le iban a terminar pagando unos miserables quinientos ryos. Pero el dinero no era lo importante aquí, sino que las raíces no apuntaron a ella sino a todos los demás que podrían catalogarse de delincuentes, después de todo estaban vendiendo o comprando a una chica en calidad de esclava.
Aquel que hizo aparecer aquellas formaciones de madera y básicamente se cargó al grandulón que la había dejado tan maltrecha, hizo acto de presencia al fin, aunque con una máscara por lo que la pelirroja no pudo distinguirle más que por la bandana que tenía a simple vista con un símbolo exactamente igual al que ella poseía en la suya.
—¿Eh? —apenas atinó a responder en un primer momento para cuando el desconocido se le acercó—¿Kenzou te mandó? —preguntó luego con cierta esperanza.
Lo que menos quería era tener que desconfiar de absolutamente todos en la aldea, pero luego de todo lo ocurrido casi que se veía obligada a hacerlo puesto que se había dedicado a cumplir las órdenes que se le dieron y ya. Ni siquiera había hecho nada malo como para terminar en semejante situación.
Pero no todo era tan malo, básicamente porque una parda de raíces comenzaron a deformar el suelo justo para el momento en que la subasta parecía estar a punto de llegar al final. ~¿Y eso? ~fue lo único que atinó a pensar la kunoichi que permanecía tumbada en el suelo y con una mirada melancólica que parecía indicar que ya se había dado por vencida.
Casi diez mil ryos fueron los que estuvieron a punto de pagar por ella, una buena suma realmente, más de lo que jamás se hubiese esperado y más si considerábamos que por la misión original le iban a terminar pagando unos miserables quinientos ryos. Pero el dinero no era lo importante aquí, sino que las raíces no apuntaron a ella sino a todos los demás que podrían catalogarse de delincuentes, después de todo estaban vendiendo o comprando a una chica en calidad de esclava.
Aquel que hizo aparecer aquellas formaciones de madera y básicamente se cargó al grandulón que la había dejado tan maltrecha, hizo acto de presencia al fin, aunque con una máscara por lo que la pelirroja no pudo distinguirle más que por la bandana que tenía a simple vista con un símbolo exactamente igual al que ella poseía en la suya.
—¿Eh? —apenas atinó a responder en un primer momento para cuando el desconocido se le acercó—¿Kenzou te mandó? —preguntó luego con cierta esperanza.
Lo que menos quería era tener que desconfiar de absolutamente todos en la aldea, pero luego de todo lo ocurrido casi que se veía obligada a hacerlo puesto que se había dedicado a cumplir las órdenes que se le dieron y ya. Ni siquiera había hecho nada malo como para terminar en semejante situación.