1/07/2017, 13:12
Y así, de pronto, se confirmó lo temido: Skippy hizo acto de presencia. Con horas de retraso, fumado hasta las metras y a unas cuantas caladas extras de perder la cordura. O esa era la sensación que transmitía, tanto por su forma de hablar como por cómo elegía comunicarse. Un comportamiento que se antojaba impropio para alguien de tan avanzada edad.
Tan cuerdo y lúcido como podría haber estado, gestó entonces unas cuantas palabras para la singular audiencia frente a él. Kaido supuso en ese instante que, probablemente, se tratase de un frustrado y añejo profesional del entretenimiento cuyas melodías nunca tuvieron trascendencia en el mundo de la música. Y que después del inminente fracaso, tan sólo se tenía a sí mismo y a sus letras.
Y a una peste a tabaco que no se la quitaba nadie, desde luego.
—Pues no sabría decirle si es mejor o no, hombre; no fumo. Además, ¿no está un poco mayor ya como para atosigarse los pulmones con tanto humo? —preguntó curioso, recordando el dato del pergamino en el que decía que la salud del solicitante era frágil. Frágil sus cojones —. no importa. Mire, me llamo Kaido, soy el shinobi al que le asignó su petición de misión a la aldea; y en vista de que decidió no aparecer por aquí en toda la jodida tarde, será mejor que nos apuremos en caso de que aún tenga que finiquitar sus recados. ¿Dígame, adónde necesita ir?
Cuando terminó aquella intervención, se sintió traicionado. Traicionado a sí mismo, por haber sido tan respetuoso. Después de que cumpliera con su misión seguro que tendría que revisarse dentro de los pantalones, a ver si sus azulados cojones aún estaban ahí.
«Por la plata baila el puto mono de mierda, ¿no?»
Tan cuerdo y lúcido como podría haber estado, gestó entonces unas cuantas palabras para la singular audiencia frente a él. Kaido supuso en ese instante que, probablemente, se tratase de un frustrado y añejo profesional del entretenimiento cuyas melodías nunca tuvieron trascendencia en el mundo de la música. Y que después del inminente fracaso, tan sólo se tenía a sí mismo y a sus letras.
Y a una peste a tabaco que no se la quitaba nadie, desde luego.
—Pues no sabría decirle si es mejor o no, hombre; no fumo. Además, ¿no está un poco mayor ya como para atosigarse los pulmones con tanto humo? —preguntó curioso, recordando el dato del pergamino en el que decía que la salud del solicitante era frágil. Frágil sus cojones —. no importa. Mire, me llamo Kaido, soy el shinobi al que le asignó su petición de misión a la aldea; y en vista de que decidió no aparecer por aquí en toda la jodida tarde, será mejor que nos apuremos en caso de que aún tenga que finiquitar sus recados. ¿Dígame, adónde necesita ir?
Cuando terminó aquella intervención, se sintió traicionado. Traicionado a sí mismo, por haber sido tan respetuoso. Después de que cumpliera con su misión seguro que tendría que revisarse dentro de los pantalones, a ver si sus azulados cojones aún estaban ahí.
«Por la plata baila el puto mono de mierda, ¿no?»