3/07/2017, 00:34
A la señal de partida del pelirrojo, Kōtetsu salió al trote, manteniendo su habitual expresión serena. Se le hacía un tanto extraño el correr en aquellas condiciones, pues si le daba un poco de vergüenza, pero también era algo bastante cómodo.
“Aquí vamos”, se dijo, para darse ánimos.
La primera parte del recorrido fue sencilla, pues no había personas en el pasillo. De hecho, había pocas personas en el hotel, algo usual teniendo en cuenta que apenas estaban en una pre-inauguración. La cuestión es que si había bastantes empleados que se movían de un lado a otro realizando las tareas que mantenían funcionando aquel lujoso sitio. De cuando en cuando, se escondía tras algún grupo de plantas, agazapado hasta que la gente pasaba. Siempre marchando silencioso, encorvado y cerca de la pared. Para cuando llego a una de las salas comunes, donde había otros invitados, se dio cuenta de que escabullirse no sería tan fácil: la gente andaba de un lado para el otro, hablando y apreciando la decoración. Sin embargo, el joven no se desanimo por aquello. Logro escabullirse a la parte trasera de un mueble y allí utilizo la vieja técnica de escalar con chakra: Se sujeto a la pared con manos y pies hasta haber subido al techo, lugar alto y lleno de adornos colgantes que le mantendrían bien oculto. Luego de aquella estancia, el resto del recorrido fue sumamente fácil: Sin escándalos y sin que nadie le detuviera. Y si alguien le había visto, no había dado señales de ello.
Sintió su emoción crecer al llegar al punto de inicio de su recorrido.
—¡Listo, Keisuke-san, fue pan... —Se quedo extrañado al no ver al joven nativo del país de la tormenta.
Aun sin comprender, comenzó a buscar por todas partes; detrás de los muebles y debajo de las mesas, haciendo caso omiso de las curiosas miradas de quienes estaba allí jugando. En su inspeccionar se acercó a la mesa donde había tenido la competencia con Keisuke, y allí encontró una pequeña nota doblada. La abrió y comenzó a leer:
—Que descuido de mi parte… Bien jugado, Keisuke-san, bien jugado. —Estrujo el papel y se dispuso a ir hacia la habitación en donde debía de estar aquel bromista.
En esta ocasión le costó un poco menos el pasar inadvertido, pues tuvo la previsión de subir por las escaleras de emergencia, lugar frio y poco transitado. Para cuando estuvo frente a la puerta de la habitación señalada, ya se encontraba con la piel de gallina y a punto de tiritar por el frio. Se acercó y con mucha calma dio tres golpes seguidos, tal y como dictaban las instrucciones.
—Vamos, Keisuke-san, me voy a resfriar si me quedo así mucho tiempo.
“Aquí vamos”, se dijo, para darse ánimos.
La primera parte del recorrido fue sencilla, pues no había personas en el pasillo. De hecho, había pocas personas en el hotel, algo usual teniendo en cuenta que apenas estaban en una pre-inauguración. La cuestión es que si había bastantes empleados que se movían de un lado a otro realizando las tareas que mantenían funcionando aquel lujoso sitio. De cuando en cuando, se escondía tras algún grupo de plantas, agazapado hasta que la gente pasaba. Siempre marchando silencioso, encorvado y cerca de la pared. Para cuando llego a una de las salas comunes, donde había otros invitados, se dio cuenta de que escabullirse no sería tan fácil: la gente andaba de un lado para el otro, hablando y apreciando la decoración. Sin embargo, el joven no se desanimo por aquello. Logro escabullirse a la parte trasera de un mueble y allí utilizo la vieja técnica de escalar con chakra: Se sujeto a la pared con manos y pies hasta haber subido al techo, lugar alto y lleno de adornos colgantes que le mantendrían bien oculto. Luego de aquella estancia, el resto del recorrido fue sumamente fácil: Sin escándalos y sin que nadie le detuviera. Y si alguien le había visto, no había dado señales de ello.
Sintió su emoción crecer al llegar al punto de inicio de su recorrido.
—¡Listo, Keisuke-san, fue pan... —Se quedo extrañado al no ver al joven nativo del país de la tormenta.
Aun sin comprender, comenzó a buscar por todas partes; detrás de los muebles y debajo de las mesas, haciendo caso omiso de las curiosas miradas de quienes estaba allí jugando. En su inspeccionar se acercó a la mesa donde había tenido la competencia con Keisuke, y allí encontró una pequeña nota doblada. La abrió y comenzó a leer:
Tienes razón Kōtetsu, era una misión muy fácil, y como tú eres un ninja no supondrá ninguna dificultad para ti, es por eso que he decidido volver a mi habitación, es solo unos pisos más arriba, sé que con tus habilidades te las apañaras para subir sin causar ningún escándalo. Recuerda que me dejaste la llave de tu habitación.
Te espero, Inoue Keisuke.
PD: Toca tres veces seguidas, sabré que eres tú, sino lo haces así, no abriré.
Te espero, Inoue Keisuke.
PD: Toca tres veces seguidas, sabré que eres tú, sino lo haces así, no abriré.
—Que descuido de mi parte… Bien jugado, Keisuke-san, bien jugado. —Estrujo el papel y se dispuso a ir hacia la habitación en donde debía de estar aquel bromista.
En esta ocasión le costó un poco menos el pasar inadvertido, pues tuvo la previsión de subir por las escaleras de emergencia, lugar frio y poco transitado. Para cuando estuvo frente a la puerta de la habitación señalada, ya se encontraba con la piel de gallina y a punto de tiritar por el frio. Se acercó y con mucha calma dio tres golpes seguidos, tal y como dictaban las instrucciones.
—Vamos, Keisuke-san, me voy a resfriar si me quedo así mucho tiempo.