3/07/2017, 11:30
—Supongo que tendré que regresar y reportar la misión fallida —murmuró la pelirroja, palpándose la herida de la frente.
Sin embargo, el recién llegado parpadeó, claramente sorprendido.
—¿De qué hablas? Tu misión era ir a los Arrozales del Silencio y llevar hasta Kusagakure la carga sana y salva, ¿no? Aún estás a tiempo de completarla... Bueno, si te sientes con fuerzas para ello. Los arrozales están como a un día y medio de camino. Aunque con los caballos te llevará algo menos de tiempo.
El hombre apremió a que se acercara a él y la kunoichi solicitó algo de tiempo para derretir con ayuda de su lava las cadenas que unían sus tobillos y desprenderse de las últimas ataduras que le restaban.
—Guau. Deberías haber hecho eso antes y haber salido corriendo. Te habría ahorrado más de un problema —comentó el jonin.
Estaba sacando varios utensilios de la bolsa que llevaba atada a su cintura y, cuando Ritsuko se acercó vio que se trataba de una serie de vendajes, ungüentos de diversa naturaleza y herramientas.
—No soy médico, pero puedo hacerte un apaño que te aguante hasta que llegues a Kusagakure. Al menos así no se infectará la lesión y no lo empeoraremos aún más.
Un fuerte aroma a romero, lavanda y tomillo inundó el aire cuando el shinobi destapó una de las botellas y vertió su contenido sobre las compresas que había dispuesto frente a sí.
—Esto te va a escocer, no te voy a mentir, pero eliminará cualquier infección —afirmó, dispuesto a colocar la gasa sobre la frente de la muchacha y a fijarla con algo de cinta aislante—. Bien, con esto debería aguantar hasta que llegues a un hospital en condiciones. Bien, chica, ¿qué vas a hacer entonces?
Sin embargo, el recién llegado parpadeó, claramente sorprendido.
—¿De qué hablas? Tu misión era ir a los Arrozales del Silencio y llevar hasta Kusagakure la carga sana y salva, ¿no? Aún estás a tiempo de completarla... Bueno, si te sientes con fuerzas para ello. Los arrozales están como a un día y medio de camino. Aunque con los caballos te llevará algo menos de tiempo.
El hombre apremió a que se acercara a él y la kunoichi solicitó algo de tiempo para derretir con ayuda de su lava las cadenas que unían sus tobillos y desprenderse de las últimas ataduras que le restaban.
—Guau. Deberías haber hecho eso antes y haber salido corriendo. Te habría ahorrado más de un problema —comentó el jonin.
Estaba sacando varios utensilios de la bolsa que llevaba atada a su cintura y, cuando Ritsuko se acercó vio que se trataba de una serie de vendajes, ungüentos de diversa naturaleza y herramientas.
—No soy médico, pero puedo hacerte un apaño que te aguante hasta que llegues a Kusagakure. Al menos así no se infectará la lesión y no lo empeoraremos aún más.
Un fuerte aroma a romero, lavanda y tomillo inundó el aire cuando el shinobi destapó una de las botellas y vertió su contenido sobre las compresas que había dispuesto frente a sí.
—Esto te va a escocer, no te voy a mentir, pero eliminará cualquier infección —afirmó, dispuesto a colocar la gasa sobre la frente de la muchacha y a fijarla con algo de cinta aislante—. Bien, con esto debería aguantar hasta que llegues a un hospital en condiciones. Bien, chica, ¿qué vas a hacer entonces?