5/07/2017, 14:51
La enfermedad que había estado afectando a Riko parecía haber remitido por completo desde que se hospedaba en los Dojos, por lo que, por fin, se había decidido a salir de la habitación para dar una vuelta por la urbe que los acogía durante el torneo. A pesar de que el objetivo del viaje no fuera conocer el lugar, no estaba de más dar un paseo por sus calles y, qué mejor zona que visitar en primer lugar que Sendōshi, la capital del Valle de los Dojos, que Riko imaginaba que sería el lugar más animado.
Y no se equivocaba, las calles estaban llenas de gente, sobre todo la zona comercial del lugar, donde podían verse familias enteras paseando, mirando con curiosidad los puestos de las calles, y, como si de un lugareño más se tratase, el Senju paseaba con calma, disfrutando de un helado de chocolate que había comprado un par de puestos atrás, perfecto para combatir el calor que atosigaba a los transeúntes.
El peliblanco vestía un pantalón corto de color negro y una camiseta de tirantes gris, para mayor comodidad mientras paseaba por las calles de la ciudad, aunque no se había dejado sus portaobjetos, que se encontraban en su posición habitual.
Vaya, ¿qué es eso?
No estaba del todo seguro, pero parecía un pequeño teatrillo de marionetas, de las que encantan a los niños, motivo por el que, frente al pequeño puesto podía observarse un gran cúmulo de personas, con los niños pequeños sentados al frente, mientas que los padres se situaban detrás, actuando como un cordón humano. El Uzureño, ni corto ni perezoso, se echó una pequeña carrera y se colocó entre medias de los niños y los adultos, y se sentó, divertido de poder asistir a aquello.
Y no se equivocaba, las calles estaban llenas de gente, sobre todo la zona comercial del lugar, donde podían verse familias enteras paseando, mirando con curiosidad los puestos de las calles, y, como si de un lugareño más se tratase, el Senju paseaba con calma, disfrutando de un helado de chocolate que había comprado un par de puestos atrás, perfecto para combatir el calor que atosigaba a los transeúntes.
El peliblanco vestía un pantalón corto de color negro y una camiseta de tirantes gris, para mayor comodidad mientras paseaba por las calles de la ciudad, aunque no se había dejado sus portaobjetos, que se encontraban en su posición habitual.
Vaya, ¿qué es eso?
No estaba del todo seguro, pero parecía un pequeño teatrillo de marionetas, de las que encantan a los niños, motivo por el que, frente al pequeño puesto podía observarse un gran cúmulo de personas, con los niños pequeños sentados al frente, mientas que los padres se situaban detrás, actuando como un cordón humano. El Uzureño, ni corto ni perezoso, se echó una pequeña carrera y se colocó entre medias de los niños y los adultos, y se sentó, divertido de poder asistir a aquello.
~ Narro ~ Hablo ~ «Pienso»