6/07/2017, 11:22
Daruu le había dicho que mantuviera la calma. Pero aquello era realmente difícil cuando estaba rodeada de, precisamente, lo que más temía: la oscuridad. Escuchó la voz de su compañero junto a ella, y trató de volverse hacia él, tanteando con los brazos estirados, pero no lograba alcanzarle, no sabía donde estaba, y su terror crecía dentro de ella como un monstruo descontrolado.
De repente sintió un fuerte impacto en un lado de la cara. Cayó al suelo, profundamente aturdida, y se llevó una mano a la mejilla con ahogado gemido. El golpe no había servido de nada. Seguía sumergida en la oscuridad. Pero, pese al terror que seguía sintiendo, al menos había conseguido despejar su mente. Y tenía que actuar antes de que el terror volviera a paralizarla.
Podía escuchar los alaridos de Daruu más allá. Él también debía estar siendo presa de aquel genjutsu y, si tenía el mismo efecto para los dos, o bien también le tenía miedo a la oscuridad o debía de estar enfrentándose a algo diferente. A algo que de verdad le aterraba.
«Daruu-kun ha dicho que es un genjutsu.» Ayame alzó sus temblorosas manos y las unió a la altura del pecho. Respiró hondo varias veces, tratando de serenarse, tratando de ignorar los gritos de Daruu. Cerró los ojos, aunque en realidad hubiese sido lo mismo que si los hubiera mantenido abiertos. Detuvo momentáneamente el flujo de chakra dentro de su propio cuerpo y después volvió a activarlo. La energía fluyó a través de ella como el agua liberada de una presa, expulsando el chakra intruso y despejando las tinieblas de sus pupilas.
Con un suspiro de alivio, Ayame corrió hacia Daruu y colocó su mano sobre su hombro, rezando a Amenokami porque no la golpeara por el susto.
—¡Kai!
En aquella ocasión fue el chakra de Ayame el que inundó el cuerpo de su compañero. La avispa que sólo estaba presente frente a sus ojos y que a punto había estado de atraparle entre sus patas se disolvió como si no fuera más que niebla. Ayame se dejó caer al suelo de rodillas, resollando, claramente fatigada.
—Hemos tenido suerte... Ese Genjutsu... o no era muy potente o ha ido... debilitándose con el paso del tiempo... —explicó, tomándose unos segundos para recuperar el aire.
De repente sintió un fuerte impacto en un lado de la cara. Cayó al suelo, profundamente aturdida, y se llevó una mano a la mejilla con ahogado gemido. El golpe no había servido de nada. Seguía sumergida en la oscuridad. Pero, pese al terror que seguía sintiendo, al menos había conseguido despejar su mente. Y tenía que actuar antes de que el terror volviera a paralizarla.
Podía escuchar los alaridos de Daruu más allá. Él también debía estar siendo presa de aquel genjutsu y, si tenía el mismo efecto para los dos, o bien también le tenía miedo a la oscuridad o debía de estar enfrentándose a algo diferente. A algo que de verdad le aterraba.
«Daruu-kun ha dicho que es un genjutsu.» Ayame alzó sus temblorosas manos y las unió a la altura del pecho. Respiró hondo varias veces, tratando de serenarse, tratando de ignorar los gritos de Daruu. Cerró los ojos, aunque en realidad hubiese sido lo mismo que si los hubiera mantenido abiertos. Detuvo momentáneamente el flujo de chakra dentro de su propio cuerpo y después volvió a activarlo. La energía fluyó a través de ella como el agua liberada de una presa, expulsando el chakra intruso y despejando las tinieblas de sus pupilas.
Con un suspiro de alivio, Ayame corrió hacia Daruu y colocó su mano sobre su hombro, rezando a Amenokami porque no la golpeara por el susto.
—¡Kai!
En aquella ocasión fue el chakra de Ayame el que inundó el cuerpo de su compañero. La avispa que sólo estaba presente frente a sus ojos y que a punto había estado de atraparle entre sus patas se disolvió como si no fuera más que niebla. Ayame se dejó caer al suelo de rodillas, resollando, claramente fatigada.
—Hemos tenido suerte... Ese Genjutsu... o no era muy potente o ha ido... debilitándose con el paso del tiempo... —explicó, tomándose unos segundos para recuperar el aire.