7/07/2017, 11:51
Más pronto que tarde, el escualo pudo percibir como la compuerta contigua a la suya se abrió de par en par al otro extremo del campo de batalla. De aquel lejano agujero, salió entonces la menuda figura de una mujer cuya apariencia se fue haciendo más y más visible a medida de que ésta avanzaba hasta la posición estipulada para que ambos participantes se preparasen antes de que el combate finalmente comenzara.
Fue un encuentro de lo más extraño, teniendo en cuenta que la kunoichi pasó de su presencia a pesar de tenerlo frente a frente. También fue curioso, pues se trataba de una conocida: aquella a la que había llamado en su momento como la zorra salvaje de Kusagakure. Mujer sin una sola pizca de feminidad, tan bruta como un gorila enojado.
—Cómo no, es que los Dioses siempre son justos. No pude patear tu bonito culo salvaje en aquella ocasión porque Ame no Kami nos tenía preparado éste encuentro —dijo, carismático y elocuente; con sus manos tras su espalda—. ahora podemos resolver la clara tensión sexual que existe entre nosotros sin que nos preocupe romper el pacto. Así que te voy a moler a palos frente a toda ésta gente, querida, así como sé que mejor te gusta.
Y tras sus palabras, no pudo hacer más que sonreír como mejor lo sabía hacer. Dejando que su reluciente manojo de afilados dientes tomara el protagonismo de aquel encuentro.
Fue un encuentro de lo más extraño, teniendo en cuenta que la kunoichi pasó de su presencia a pesar de tenerlo frente a frente. También fue curioso, pues se trataba de una conocida: aquella a la que había llamado en su momento como la zorra salvaje de Kusagakure. Mujer sin una sola pizca de feminidad, tan bruta como un gorila enojado.
—Cómo no, es que los Dioses siempre son justos. No pude patear tu bonito culo salvaje en aquella ocasión porque Ame no Kami nos tenía preparado éste encuentro —dijo, carismático y elocuente; con sus manos tras su espalda—. ahora podemos resolver la clara tensión sexual que existe entre nosotros sin que nos preocupe romper el pacto. Así que te voy a moler a palos frente a toda ésta gente, querida, así como sé que mejor te gusta.
Y tras sus palabras, no pudo hacer más que sonreír como mejor lo sabía hacer. Dejando que su reluciente manojo de afilados dientes tomara el protagonismo de aquel encuentro.
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