7/07/2017, 18:55
(Última modificación: 28/07/2017, 19:21 por Uchiha Akame.)
La reacción de Kaido cogió por sorpresa a todos los presentes. Con los ojos como platos, Doku vio cómo el brazo del chico se inflaba y crecía hasta alcanzar unas proporciones imposibles. Con aquel martillo pilón de agua, músculo y hueso, el Gyojin golpeó a uno de los asaltantes.
—¡La puta mad...!
El tipo se encorvó un poco al recibir el impacto en pleno estómago. Escupió un salivajo, abriendo muchísimo la boca y los ojos, y luego fue derribado por la fuerza del impacto. Cayó al suelo un par de metros más allá, tendido boca arriba, jadeando como si estuviese a punto de ahogarse —probablemente lo estaba—.
Los otros dos quedaron boquiabiertos. Claramente no se esperaban semejante fuerza en manos de un ninja tan joven, y desde luego no exhibida de tal modo. Skippy, por su parte, se echó a reír como un niño pequeño, dando palmas mientras no quitaba la vista del maleante moribundo.
Como por instinto, coraje o tal vez simplemente rabia, el otro flacucho sacó un filo de acero de entre sus ropas y trató de abalanzarse sobre Kaido. Era una acometida carente de técnica ni disciplina, pero el muchacho estaba de espaldas y una cuchillada en las costillas hería igual al guerrero más poderoso que al débil.
Sin embargo, una sexta persona hizo aparición en escena, dejándose caer desde una de las ventanas del callejón y aterrizando con el estruendo de una persona corpulenta. Con un potente puñetazo derribó al maleante que intentaba apuñalar a Kaido, y luego lo tomó en brazos para lanzarlo junto a su compañero ya noqueado.
—¡Yim! —exclamó Skippy con júbilo—. Ese es mi primo —añadió luego, dirigiéndose al gennin—. Totalmente gay pero un monstruo.
El llamado Yaimu, o Yim, era un hombretón de al menos metro noventa, espalda ancha y melena castaña y ondulada. Saludó a la pareja con una inclinación de cabeza y luego se volvió hacia el tercer maleante.
—Verga... —masculló el criminal—. ¡Oigan ustedes dos! Mejor que nos regresemos a la casita, allá les estoy esperando. ¡Háganle y no se demoren!
Ni corto ni perezoso, el tipo dio media vuelta y echó a correr.
—¡La puta mad...!
El tipo se encorvó un poco al recibir el impacto en pleno estómago. Escupió un salivajo, abriendo muchísimo la boca y los ojos, y luego fue derribado por la fuerza del impacto. Cayó al suelo un par de metros más allá, tendido boca arriba, jadeando como si estuviese a punto de ahogarse —probablemente lo estaba—.
Los otros dos quedaron boquiabiertos. Claramente no se esperaban semejante fuerza en manos de un ninja tan joven, y desde luego no exhibida de tal modo. Skippy, por su parte, se echó a reír como un niño pequeño, dando palmas mientras no quitaba la vista del maleante moribundo.
Como por instinto, coraje o tal vez simplemente rabia, el otro flacucho sacó un filo de acero de entre sus ropas y trató de abalanzarse sobre Kaido. Era una acometida carente de técnica ni disciplina, pero el muchacho estaba de espaldas y una cuchillada en las costillas hería igual al guerrero más poderoso que al débil.
Sin embargo, una sexta persona hizo aparición en escena, dejándose caer desde una de las ventanas del callejón y aterrizando con el estruendo de una persona corpulenta. Con un potente puñetazo derribó al maleante que intentaba apuñalar a Kaido, y luego lo tomó en brazos para lanzarlo junto a su compañero ya noqueado.
—¡Yim! —exclamó Skippy con júbilo—. Ese es mi primo —añadió luego, dirigiéndose al gennin—. Totalmente gay pero un monstruo.
El llamado Yaimu, o Yim, era un hombretón de al menos metro noventa, espalda ancha y melena castaña y ondulada. Saludó a la pareja con una inclinación de cabeza y luego se volvió hacia el tercer maleante.
—Verga... —masculló el criminal—. ¡Oigan ustedes dos! Mejor que nos regresemos a la casita, allá les estoy esperando. ¡Háganle y no se demoren!
Ni corto ni perezoso, el tipo dio media vuelta y echó a correr.