16/07/2017, 13:09
Su estrategia fue todo un éxito, y Koko recibió de lleno los impactos del Hosenka Tsumabeni. Akame observó, satisfecho, como las saetas de fuego golpearon a su compañera haciéndola caer en el acto. Estaba gravemente malherida, con quemaduras por todo el cuerpo, y así lo ponían de facto sus gritos. El Uchiha no se movió del sitio ni despegó la mirada de Koko hasta que creyó realmente que la chica no podría levantarse. Sólo entonces el mundo pareció cobrar vida a su alrededor, a medida que abandonaba aquel trance en el que se sumía antes de cada combate.
Volvió a la realidad con un sobresalto. El público gritaba y operarios médicos habían invadido el tatami para atender a la muchacha. Un hombre vestido de uniforme le decía algo, señalando la puerta del cubículo por la que había ingresado al combate. Akame parpadeó, confuso, y se limitó a dar media vuelta y salir de la arena.
Sin embargo, lo que le esperaba allí no fue la gloria ni la fama, ni los frutos de su victoria. Fue el rugido embravecido de la multitud, los gritos de dolor de Koko que poco a poco adoptaron un tono más débil. Akame sintió como todo a su alrededor se volvía frío y húmedo, y el estadio desaparecía para dar lugar a una oscura sala subterránea, iluminada sólo por las lámparas de aceite que colgaban de las paredes. Frente a él, una hilera de figuras envueltas en túnicas negras y capuchas con motivos demoníacos le observaban con fijeza.
—Hazlo, Akame.
La voz le sorprendió y le hizo alzar la cabeza. Una de las figuras había dado un paso al frente, quitándose su máscara —la única que no simbolizaba un demonio Tengu—. Su melena oscura como la noche cayó suelta, y aquellos dos ojos dorados le atravesaron el alma. Akame notó el peso de su espada en la mano diestra y la respiración agitada de un muchacho aprisionado bajo el agarre de sus piernas, contra el suelo.
—Por favor... Akame-kun...
El Uchiha apretó brazo hacia abajo y notó el filo de su arma hundiéndose en el cuello de aquel chico de ojos azules. La sangre manó a borbotones mientras su víctima gorjeaba sus últimas palabras...
—Hazlo, Akame.
La voz le sorprendió y le hizo alzar la cabeza. Una de las figuras había dado un paso al frente, quitándose su máscara —la única que no simbolizaba un demonio Tengu—. Su melena oscura como la noche cayó suelta, y aquellos dos ojos dorados le atravesaron el alma. Akame notó el peso de su espada en la mano diestra y la respiración agitada de un muchacho aprisionado bajo el agarre de sus piernas, contra el suelo.
—Por favor... Akame-kun...
El Uchiha apretó brazo hacia abajo y notó el filo de su arma hundiéndose en el cuello de aquel chico de ojos azules. La sangre manó a borbotones mientras su víctima gorjeaba sus últimas palabras...
Volvió a la realidad con un sobresalto. El público gritaba y operarios médicos habían invadido el tatami para atender a la muchacha. Un hombre vestido de uniforme le decía algo, señalando la puerta del cubículo por la que había ingresado al combate. Akame parpadeó, confuso, y se limitó a dar media vuelta y salir de la arena.