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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#38
Ayame le soltó la mano. Suspiró y se decidió a seguirla. Los muchachos tomaron la salida más cercana a mano derecha y continuaron siguiendo el camino que su particular método para resolver el laberinto les iba revelando. A medida que caminaban, en medio de un silencio casi sepulcral excepto por el eco que hacían sus pasos al tocar el suelo, Daruu intentaba relajarse respirando hondo y lento. Estaban en una situación de vida y muerte, en un laberinto lleno de trampas y sin su sensei. Aquella misión no era la apropiada para unos shinobi de rango D. No. Aquella NO era su misión. Se suponía que debían estar arriba, tranquilos, arreglando un par de problemas en las tuberías y no en aquél infier...

—Parece que cada vez vamos más hacia el exterior... —Ayame interrumpió su monólogo mental y Daruu dio un respingo.

...o eso quiero creer, la verdad —afirmó Daruu—. No nos queda otra que tratar de mantener la calma, por difícil que pueda sonar.

Llegaron casi al fondo del pasillo, que se mantenía en la penumbra.

—Oye, ¿no hueles algo raro?

Y de pronto, un sudor frío comenzó a recorrerle la espalda: ante ellos, una pared. Se habían equivocado de nuevo.

—Pero... Si no se ha activado ningún...
—¡Esto sólo puede signifi...!


BOOOOM.


Las lenguas de flama lamieron su espalda como amantes crueles y Daruu salió disparado contra el muro de delante. Se golpeó la cara y el pecho contra la pared, y escupió un poco de sangre cuando su espalda, malherida ya por la quemazón, golpeó contra el suelo.

Lo vio por un instante. Aquél extraño tatuaje en la espalda de Ayame cuando se levantó. Pero en aquél momento, Daruu no le prestó la atención. No podía.

Otra vez la voz. Esa puta voz. «¡Pero se repite! Eso debe significar que no es alguien que esté aquí... ¿Un antiguo salón de la tortura de un sádico? ¿Pero cómo puede haber gente...?»

¡Y el muro de llamas! Un intenso muro de llamas se extendía frente a ellos. Daruu tosió: todavía apestaba a gas.

—O hacemos algo, o estamos muertos. ¡Ayame! —Pero ella ya había empezado a escupir agua, de modo que Daruu hizo lo propio y formuló tres rápidos sellos—: ¡Suiton: Mizurappa!

Los chorros, combinados, se convirtieron en una marea salvaje y violenta que azotó la pared flamígera y la redujo a la nada en apenas unos segundos. Las olas chocaron contra las paredes, volvieron a ellos y les golpearon suavemente, arrastrándolos a la pared, meciéndoles y agradándoles la amarga sensación en la espalda. Quedaron tumbados, mirando al techo, jadeando.

—Odio los laberintos. Lo he decidido —dijo Daruu—. A partir de hoy y para siempre. ¡Ugh!

Daruu se levantó, con esfuerzo.

—No compensa —rio, por no llorar—. Lo que te dan por una misión de rango D versus la espalda chuscarrada como un trozo de peperoni pasado en el horno y la ropa hecha unas trizas. Casi va a costar más comprarme otra chaqueta que lo que nos van a dar.

La espalda de Ayame estaba al descubierto. En otra ocasión, quizás, se habría sentido muy atraído por su cintura, y habría tenido que apartar la vista, sonrojado. Pero en aquella, las prioridades eran otras y además, Daruu no pudo hacer otra cosa que sorprenderse observando aquél extraño tatuaje, que brillaba con un chakra tenue de otro color. Las quemaduras de la espalda estaban volviéndose de nuevo del color de la piel de la muchacha.

—Ayame... —dijo—. ¿Qué es ese tatuaje? ¿Es una técnica... médica... de tu padre?

»Pero el chakra de tu padre no es de ese... color.
[Imagen: K02XwLh.png]

No hay marcas de sangre registradas.
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Mensajes en este tema
RE: (D) Perdidos entre tuberías - por Amedama Daruu - 19/07/2017, 21:23


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