21/07/2017, 09:27
Pero Ritsuko no volvió a moverse. Ni siquiera respondió a la advertencia de Ayame. Había vuelto a sumergirse en un profundo silencio, y sólo varios minutos después, la de Amegakure se dio cuenta de que había caído inconsciente.
El combate había terminado.
—Al fin... —suspiró, con un leve jadeo.
El público estalló en vítores, y Ayame se sobresaltó al recordar dónde se encontraba. Varios ninjas médicos entraron apresuradamente en el campo de batalla, desplegaron una camilla portátil sobre la que colocaron a la malograda Ritsuko y se la llevaron bajo la atenta mirada de Ayame, que no terminaba de creerse lo que estaba sucediendo.
Había ganado el primer combate del torneo. Y lo había hecho con sus propias manos. ¿Qué pensarían su padre y su hermano sobre su actuación? ¿Los habría sorprendido? ¿Habría venido su tío a verla?
Algo aturdida por la embriaguez del clamor del público, Ayame se dio media vuelta, dirigió sus ojos hacia su Arashikage y realizó una profunda reverencia como muestra de fidelidad y respeto. Después, con pasos bamboleantes, comenzó a caminar hacia la misma puerta por la que había salido minutos atrás, de vuelta nuevamente a su cubículo y a la espera de que el resto de combates finalizaran.
Ahora sólo le quedaba preocuparse de quién sería su oponente en la segunda ronda.