22/07/2017, 19:03
Coñazo en las pelotas Skippy. Así tendría que llamarlo a partir de ahora, pues no dejaba de dar dolores de cabeza. Ni una fría y deliciosa cerveza era capaz de mantenerlo quieto en la barra sin que quisiese perderse de la vista de su cuidador. Uno que, además de tener una paciencia muy limitada, carecía de cualquier sentido del trato como para no soltar cuatro mierdas por la boca y pirar de ahí sin que le importe fallar la misión.
Pero algo le decía que abandonar el barco ya en aguas tan profundas podría ser perjudicial para él. O para Skippy, quien ya se había lanzado de lleno al lago de cocodrilos, allí en donde estaban los tipos de mala pinta que había visto antes.
Para su sorpresa, sin embargo; el hombre de la cicatriz admitió conocer a Skippy, y le saludó como los mejores amigos. A lo que Skippy respondió con una buena calada a la especialidad que se había armado, y que con cada aspiro, lo disfrutaba cada vez más.
Kaido sintió la necesidad de acercarse, luego de haber averiguado con el camarero sobre el bar que Skippy tanto profesaba, y observar desde una distancia prudente el intercambio de palabras. Se le quedó mirando fijamente al de la cicatriz, y pasaba el rabo del ojo por los guardaespaldas de tanto en tanto, de modo que estuviera seguro que no fueran a hacerle daño a su protegido.
Un protegido que, según los designios de la misión, tenía problemas de salud. Pero ahí estaba, generando más humo que las llamas provocadas por el bijuu de Amegakure durante la destrucción de la antigua zona.
Pero algo le decía que abandonar el barco ya en aguas tan profundas podría ser perjudicial para él. O para Skippy, quien ya se había lanzado de lleno al lago de cocodrilos, allí en donde estaban los tipos de mala pinta que había visto antes.
Para su sorpresa, sin embargo; el hombre de la cicatriz admitió conocer a Skippy, y le saludó como los mejores amigos. A lo que Skippy respondió con una buena calada a la especialidad que se había armado, y que con cada aspiro, lo disfrutaba cada vez más.
Kaido sintió la necesidad de acercarse, luego de haber averiguado con el camarero sobre el bar que Skippy tanto profesaba, y observar desde una distancia prudente el intercambio de palabras. Se le quedó mirando fijamente al de la cicatriz, y pasaba el rabo del ojo por los guardaespaldas de tanto en tanto, de modo que estuviera seguro que no fueran a hacerle daño a su protegido.
Un protegido que, según los designios de la misión, tenía problemas de salud. Pero ahí estaba, generando más humo que las llamas provocadas por el bijuu de Amegakure durante la destrucción de la antigua zona.