22/07/2017, 21:20
(Última modificación: 28/07/2017, 19:24 por Uchiha Akame.)
Bajo la atenta mirada de Kaido, aquella extraña escena seguía su curso. Skippy bebía de su jarra de cerveza —ya casi vacía— mientras fumaba a ratos aquel porro que sostenía con la mano zurda. Al final, una de las chicas que acompañaba al hombre de la cicatriz acabó por fijarse en aquel objeto de deseo. Era morena, de pelo largo y negro, perfectamente maquillada y vestía un kimono un tanto ajustado. Sus protuberantes pechos se bambolearon cuando la muchacha se incorporó en el amplio sofá, señalando el pitillo con un gesto inocente.
—Oh, Skippy, ¿puedo?
El aludido se tapó la boca con gestó dramático y luego, mirando alternativamente el porro y a la chica, contestó con exageración.
—¿Segurrrrrro? No sé, ¿tú que dices, novio? —agregó, mirando al hombre de la cicatriz.
—¡Ah, eso es decisión de ella! —replicó el tipo con una sonora carcajada.
La chica sonrió ampliamente y se puso en pie, alargando la mano para dar a entender que no iba a privarse de satisfacer su deseo. Skippy la miró con desconfianza, y luego miró el pitillo. Acabó por dárselo a la chica entre refunfuños.
—Esto no es normal, Titanium Haze, avisado.
Cuando la muchacha le dio la primera calada y empezó a toser, Skippy le quitó el pitillo de las manos mientras negaba con la cabeza, visiblemente molesto. Los guardaespaldas le perforaban con la mirada, inmóviles en sus posiciones, pero el tipo de la cicatriz parecía sumamente divertido con la escena. Bebía y reía y de vez en cuando manoseaba a alguna de las otras mujeres, todas de aspecto cuidado y apetecible.
—¡No, no, no! Así no —Skippy reprendió a la chica y luego le puso el porro en los labios, urgiéndola a fumar a su manera—. Pierdes muchas cosas. Uno, dos, tres, cuatro, padentro. Aguanta. Pasa. ¡Estilo kusareño!
Obediente, la chica dio hasta cuatro caladas al porro y luego aguantó la respiración. Se contuvo unos segundos hasta que no pudo evitar la tos y los ojos llorosos. Pero Skippy todavía no estaba conforme; le puso el cigarrillo en los labios y repitió aquel mantra.
—Uno, dos, tres, padentro, pasa otra vez. Estilo kusareño —mientras la muchacha repetía, esta vez menos convencida, la operación, Skippy se volvió hacia Kaido y le guiñó un ojo mientras susurraba—. Hay que guiar de vez en cuando.
Ni veinte segundos pasaron desde que la chica soltó el porro y la conversación fluyó por otros derroteros hasta que cayese redonda de espaldas. Sus compañeras se levantaron, escandalizadas, y los guardaespaldas del hombre de la cicatriz hicieron amago de socorrerla. El tipo parecía también estupefacto; la sorpresa no tardó en dar paso al enfado.
—¿¡Pero qué coño le has hecho!? —bramó, levantándose con cara de pocos amigos.
Skippy retrocedió un paso, con gesto ofendido.
—¿Yo? ¿Yo? ¡Pero si yo estoy bien y he fumao' más que ella!
La explicación no parecía convencer al tipo, que ya miraba con gesto amenazador a sus dos guardaespaldas.
—Oh, Skippy, ¿puedo?
El aludido se tapó la boca con gestó dramático y luego, mirando alternativamente el porro y a la chica, contestó con exageración.
—¿Segurrrrrro? No sé, ¿tú que dices, novio? —agregó, mirando al hombre de la cicatriz.
—¡Ah, eso es decisión de ella! —replicó el tipo con una sonora carcajada.
La chica sonrió ampliamente y se puso en pie, alargando la mano para dar a entender que no iba a privarse de satisfacer su deseo. Skippy la miró con desconfianza, y luego miró el pitillo. Acabó por dárselo a la chica entre refunfuños.
—Esto no es normal, Titanium Haze, avisado.
Cuando la muchacha le dio la primera calada y empezó a toser, Skippy le quitó el pitillo de las manos mientras negaba con la cabeza, visiblemente molesto. Los guardaespaldas le perforaban con la mirada, inmóviles en sus posiciones, pero el tipo de la cicatriz parecía sumamente divertido con la escena. Bebía y reía y de vez en cuando manoseaba a alguna de las otras mujeres, todas de aspecto cuidado y apetecible.
—¡No, no, no! Así no —Skippy reprendió a la chica y luego le puso el porro en los labios, urgiéndola a fumar a su manera—. Pierdes muchas cosas. Uno, dos, tres, cuatro, padentro. Aguanta. Pasa. ¡Estilo kusareño!
Obediente, la chica dio hasta cuatro caladas al porro y luego aguantó la respiración. Se contuvo unos segundos hasta que no pudo evitar la tos y los ojos llorosos. Pero Skippy todavía no estaba conforme; le puso el cigarrillo en los labios y repitió aquel mantra.
—Uno, dos, tres, padentro, pasa otra vez. Estilo kusareño —mientras la muchacha repetía, esta vez menos convencida, la operación, Skippy se volvió hacia Kaido y le guiñó un ojo mientras susurraba—. Hay que guiar de vez en cuando.
Ni veinte segundos pasaron desde que la chica soltó el porro y la conversación fluyó por otros derroteros hasta que cayese redonda de espaldas. Sus compañeras se levantaron, escandalizadas, y los guardaespaldas del hombre de la cicatriz hicieron amago de socorrerla. El tipo parecía también estupefacto; la sorpresa no tardó en dar paso al enfado.
—¿¡Pero qué coño le has hecho!? —bramó, levantándose con cara de pocos amigos.
Skippy retrocedió un paso, con gesto ofendido.
—¿Yo? ¿Yo? ¡Pero si yo estoy bien y he fumao' más que ella!
La explicación no parecía convencer al tipo, que ya miraba con gesto amenazador a sus dos guardaespaldas.