23/07/2017, 00:20
(Última modificación: 29/07/2017, 02:29 por Amedama Daruu.)
Los muchachos se adentraron en el vestíbulo, sus pies chapoteando contra el agua encharcada del suelo. Ayame y Daruu se detuvieron casi al unísono. Ella, porque lo había escuchado. Él, porque lo había visto. Aquellos hilos de chakra que zigzagueaban en el agua. Cuando se acercaron más, la imagen tomó nitidez: eran serpientes.
—¡Cuidado, Daruu-kun!
—Preocúpate por ti, Ayame-san. Las veo. Protégete. —Daruu sabía de sobra de lo que era capaz el cuerpo de Ayame en esas circunstancias, más aún rodeada de agua—. Lleguemos al ascensor.
Daruu colocó las palmas de las manos hacia atrás y flexionó las rodillas, al tiempo que una de las serpientes le acechaba desde la espalda para clavar sus colmillos en su pierna. Dio un salto hacia adelante, y emitió ráfagas de chakra desde las manos y los pies, lanzándose a gran velocidad hacia el ascensor y dejando a los reptiles tras de sí.
—¡Cuidado, Daruu-kun!
—Preocúpate por ti, Ayame-san. Las veo. Protégete. —Daruu sabía de sobra de lo que era capaz el cuerpo de Ayame en esas circunstancias, más aún rodeada de agua—. Lleguemos al ascensor.
Daruu colocó las palmas de las manos hacia atrás y flexionó las rodillas, al tiempo que una de las serpientes le acechaba desde la espalda para clavar sus colmillos en su pierna. Dio un salto hacia adelante, y emitió ráfagas de chakra desde las manos y los pies, lanzándose a gran velocidad hacia el ascensor y dejando a los reptiles tras de sí.