24/07/2017, 15:42
(Última modificación: 29/07/2017, 02:29 por Amedama Daruu.)
Ayame se transformaba en agua cada vez que una serpiente saltaba hacia ella y trataba de cerrar sus fauces alrededor de su cuerpo. Daruu observó el chakra de su compañera brillar, retorcerse y actuar localmente con cada bocado, pero las muecas de dolor le indicaron que el Suika de la muchacha no era tan perfecto como había creído. Además, Ayame perdía chakra con cada golpe que amortiguaba. «¡Mierda, creía que estaría mejor!» Daruu chasqueó la lengua y adelantó un brazo, pero Ayame era muy rápida y ya casi había llegado al ascensor. Se lo ofreció para el último paso y tiró de ella.
Por desgracia, el ascensor aún no había llegado.
—Encima... ¡¿Encima tenemos que esperar?! —chilló Ayame, asustada. Se volvió.
Las serpientes seguían zigzagueando hacia ellos. cada vez más rápido, cada vez en más cantidad. Salían desde las cañerías.
«¿Eso era lo que obstruía a mi Byakugan? Esto cambia totalmente la misión entera. Cuando salgamos de aquí, no sé si deberíamos informar a Kori y cambiar el rumbo de todo esto...»
Pero no era momento para preocuparse por esas cosas. Los reptiles estaban cada vez más cerca, y mucho se temía que avanzaban más rápido que lo que descendía el ascensor.
—¿Qué hacemos...?
«Piensa... piensa...»
Daruu ahogó un grito y se colocó delante de Ayame, apartándola a un lado con cuidado. Juntó las manos.
«Carnero, tigre...»
—¡Suiton: Mizuame Nabara! —exclamó, y escupió una especie de caramelo de color azulado que se extendió por el agua y por las paredes del pasillo. Las serpientes que estaban bajo el agua se veían atrapadas al subir, las que habían sacado la cabeza no podían sacar los cuerpos de la superficie, y las que intentaban salir desde las tuberías se chocaban con una pared elástica—. ¡Esto nos dará algo de tiempo, pero no mucho!
Los siguientes diez segundos fueron los más tensos que había vivido en su corta vida. Ayame y Daruu pegaron la espalda al ascensor, deseando que se abriera, que se abriera lo más pronto posible. Las serpientes cada vez eran menos retenidas por el líquido pegajoso del jutsu de Daruu, y estaban empezando a avanzar hacia ellos. Cuando parecía que las agujas del reloj no podían dilatarse más, las puertas se abrieron de golpe y los muchachos cayeron de culo al suelo del ascensor.
—¡Mierda, cuidado! —Tres serpientes habían saltado hacia ellos con sus fauces abiertas, y...
Zzzzzup.
Las puertas del ascensor se cerraron, y los jóvenes shinobi escucharon el golpe seco de los reptiles al golpear el acero exterior.
—Cuidado, Ayame —repitió Daruu, levantándose—. No te fíes... No te fíes. —Le extendió la mano para ayudarla a levantarse.
Por desgracia, el ascensor aún no había llegado.
—Encima... ¡¿Encima tenemos que esperar?! —chilló Ayame, asustada. Se volvió.
Las serpientes seguían zigzagueando hacia ellos. cada vez más rápido, cada vez en más cantidad. Salían desde las cañerías.
«¿Eso era lo que obstruía a mi Byakugan? Esto cambia totalmente la misión entera. Cuando salgamos de aquí, no sé si deberíamos informar a Kori y cambiar el rumbo de todo esto...»
Pero no era momento para preocuparse por esas cosas. Los reptiles estaban cada vez más cerca, y mucho se temía que avanzaban más rápido que lo que descendía el ascensor.
—¿Qué hacemos...?
«Piensa... piensa...»
Daruu ahogó un grito y se colocó delante de Ayame, apartándola a un lado con cuidado. Juntó las manos.
«Carnero, tigre...»
—¡Suiton: Mizuame Nabara! —exclamó, y escupió una especie de caramelo de color azulado que se extendió por el agua y por las paredes del pasillo. Las serpientes que estaban bajo el agua se veían atrapadas al subir, las que habían sacado la cabeza no podían sacar los cuerpos de la superficie, y las que intentaban salir desde las tuberías se chocaban con una pared elástica—. ¡Esto nos dará algo de tiempo, pero no mucho!
Los siguientes diez segundos fueron los más tensos que había vivido en su corta vida. Ayame y Daruu pegaron la espalda al ascensor, deseando que se abriera, que se abriera lo más pronto posible. Las serpientes cada vez eran menos retenidas por el líquido pegajoso del jutsu de Daruu, y estaban empezando a avanzar hacia ellos. Cuando parecía que las agujas del reloj no podían dilatarse más, las puertas se abrieron de golpe y los muchachos cayeron de culo al suelo del ascensor.
—¡Mierda, cuidado! —Tres serpientes habían saltado hacia ellos con sus fauces abiertas, y...
Zzzzzup.
Las puertas del ascensor se cerraron, y los jóvenes shinobi escucharon el golpe seco de los reptiles al golpear el acero exterior.
—Cuidado, Ayame —repitió Daruu, levantándose—. No te fíes... No te fíes. —Le extendió la mano para ayudarla a levantarse.
![[Imagen: K02XwLh.png]](https://i.imgur.com/K02XwLh.png)