25/07/2017, 16:15
En mi decisión de investigar cada zona del valle me había encontrado con sorpresas cada vez más desagradables. Juro convertido en shinobi de Kusagakure, Noemi convertida en civil, un Uchiha intentando aprender Taijutsu, cosas que te erizaban el pelo de los huevetes con solo pensarlo.
Así que aquel día decidí levantarme tan temprano que las malas noticias no consiguiesen alcanzarme hasta que ya hubiera vuelto a Nantounoya. Fui directo al bosque de los palos gigantes, aunque en el cartel ponía Bosque Sesgado.
Al principio cuesta un poco ir de columna en columna, sobretodo teniendo en cuenta que van cambiando de altura y tamaño aleatoriamente. Pero en un rato te acostumbras, la clave es plantar bien el pie y estar atento a donde vas a saltar a continuación, la distracción puede ser tu peor enemigo.
—¡NONONONO!
El grito no venía de muy lejos, en un par de saltos ya visualicé la persona de la que provenían aquellos noes. Tambien visualicé su cara en el barro que había bajo los palos, pues hacía poco que había llovido y aquel muchacho era la prueba. Me acerqué a ver si estaba bien.
— Dicen que el barro va bien para la piel, lima asperezas y tal. ¿Tú como lo ves?
La diferencia era notable, por mi parte, iba armado hasta los dientes, kunais debajo de la ropa y shurikens hasta en los calcetines sin contar mi kodachi, pero aquel muchacho no llevaba ni katana ni nada. ¿Cómo vas sin katana por la vida? Iba a acercarme más, pero su bandana me hizo quedarme en lo alto de un palo cercano, a una distancia razonable.
— ¿Estás... bien?
La presión social para que me fiara de los extranjeros empezaba a afectarme, si Eri-hime al igual que Gouna-sama insistía en que había que portarse bien con ellos a pesar de que eran burdos y rastreros, pues a uno le empieza a entrar la duda. Igual debía disimular mejor mi odio para ver como se comportan con la gente que no sabe que son el mal.
Así que aquel día decidí levantarme tan temprano que las malas noticias no consiguiesen alcanzarme hasta que ya hubiera vuelto a Nantounoya. Fui directo al bosque de los palos gigantes, aunque en el cartel ponía Bosque Sesgado.
Al principio cuesta un poco ir de columna en columna, sobretodo teniendo en cuenta que van cambiando de altura y tamaño aleatoriamente. Pero en un rato te acostumbras, la clave es plantar bien el pie y estar atento a donde vas a saltar a continuación, la distracción puede ser tu peor enemigo.
—¡NONONONO!
El grito no venía de muy lejos, en un par de saltos ya visualicé la persona de la que provenían aquellos noes. Tambien visualicé su cara en el barro que había bajo los palos, pues hacía poco que había llovido y aquel muchacho era la prueba. Me acerqué a ver si estaba bien.
— Dicen que el barro va bien para la piel, lima asperezas y tal. ¿Tú como lo ves?
La diferencia era notable, por mi parte, iba armado hasta los dientes, kunais debajo de la ropa y shurikens hasta en los calcetines sin contar mi kodachi, pero aquel muchacho no llevaba ni katana ni nada. ¿Cómo vas sin katana por la vida? Iba a acercarme más, pero su bandana me hizo quedarme en lo alto de un palo cercano, a una distancia razonable.
— ¿Estás... bien?
La presión social para que me fiara de los extranjeros empezaba a afectarme, si Eri-hime al igual que Gouna-sama insistía en que había que portarse bien con ellos a pesar de que eran burdos y rastreros, pues a uno le empieza a entrar la duda. Igual debía disimular mejor mi odio para ver como se comportan con la gente que no sabe que son el mal.
—Nabi—