6/07/2015, 16:51
"Maldita sea!"
El invierno entró este año desapercibido, me levanté temprano y a diferencia de otros días, hoy estaba completamente oscuro, el cielo estaba encapotado y llovía bastante. El agua martilleaba el tejado sin descanso, la verdad es que era relajante aquel sonido, pero sabía que debía salir y es cuando ya no me parecería tan divertida la lluvia.
Bajé las escaleras y me dirigí a la cocina, tomé un poco de pan como desayuno y salí al exterior. Como supuse, el frío en ésta época del año junto con la lluvia, sería una mala combinación, pero sirvió para que me espabilara en el acto, me cerré la túnica lo más que pude y me dirigí nuevamente hacía el edificio del Morikage, en busca de algo provechoso que hacer.
Recorrí las calles abandonadas, repletas de innumerables charcos de todos los tamaños, solo podía ver alguna que otra ventana iluminada y poco más, de repente, algo rompió aquel sonido monótono de la lluvia al caer.
-Has madrugado mucho ésta vez. Pude escuchar desde las alturas, alcé la mirada en busca de aquella voz y se trataba de mi amigo Kintaro, ataviado con su icónica máscara demoníaca. Estaba de pie sobre un muro, con los brazos cruzados, observándome impasible.
-Buenos días...por decir algo...
-¿Que pasa con ese ánimo?¿No te gusta la lluvia? Los días lluviosos me parecen fantásticos, el ruido de la lluvia y de los relámpagos son ideales para hacernos todavía más invisibles. Mientras hablaba sobre lo fantástica que era la lluvia, Kintaro descruzó los brazos y rebuscó entre los bolsillos de su chaleco.
-Si, si...lo que tu digas. Dije no muy entusiasmado, mientras rebuscaba.
-Ajá! Aquí tienes Yoshimitsu, una nueva tarea para que no te aburras. Eres idóneo para este trabajo. Me arrojó un pequeño pergamino enrollado.
-Oh! eso está bien. Sonreí gratamente.
-Bueno, lee en un lugar menos húmedo el pergamino, está todo perfectamente detallado. Básicamente debes viajar a los bosques del país del fuego y acabar con una pequeña rebelión.
-Me parece bien. Dije poniendo voz seria.
Kintaro asintió con un brusco gesto de cabeza y desapareció como de costumbre, rodeado de un denso humo negro delante de mis ojos. -Contamos contigo Yoshimitsu...Habló desde la nada.
"Muy bien, vamos para allá"
Me dirigía hacía mi nuevo destino, con mi mapa en mano y siguiendo los caminos, no tenía perdida. En poco más de un día llegué a mi destino. Tiempo más que suficiente para leer el pergamino unas cuantas veces. Se trataba de un pequeño asentamiento de revolucionarios que estaban talando el árboles para confeccionar armas de asedio, querían perpetrar un pequeño golpe de estado en una aldea vecina de comerciantes muy prospera.
"Vamos que la quieren saquear hasta los cimientos"
Mi misión era destruir todas las maquinas de asedio y, si podía matar al cacique de aquel movimiento, mejor que mejor. Estando ya más o menos cerca del lugar me guardé mi hitai-ate por si las moscas. En el país del fuego también llovia, y como bien dijo Kintaro, eso me daría ventaja en un ataque por sorpresa, algo que me gustaría aprovechar.
Seguía por uno de los caminos que habían por los bosques del país del fuego, esos que están hechos sobre la tierra por el pasar de los carromatos. Pude observar que había una chica justo delante mía, me acercaría para tratar de averiguar algo, tenía un color de pelo azul oscuro muy peculiar, a juego con su túnica.
-Hola niña! Alcé la voz para que esta pudiera oír a través de la lluvia. -¿Eres de por aquí?
El invierno entró este año desapercibido, me levanté temprano y a diferencia de otros días, hoy estaba completamente oscuro, el cielo estaba encapotado y llovía bastante. El agua martilleaba el tejado sin descanso, la verdad es que era relajante aquel sonido, pero sabía que debía salir y es cuando ya no me parecería tan divertida la lluvia.
Bajé las escaleras y me dirigí a la cocina, tomé un poco de pan como desayuno y salí al exterior. Como supuse, el frío en ésta época del año junto con la lluvia, sería una mala combinación, pero sirvió para que me espabilara en el acto, me cerré la túnica lo más que pude y me dirigí nuevamente hacía el edificio del Morikage, en busca de algo provechoso que hacer.
Recorrí las calles abandonadas, repletas de innumerables charcos de todos los tamaños, solo podía ver alguna que otra ventana iluminada y poco más, de repente, algo rompió aquel sonido monótono de la lluvia al caer.
-Has madrugado mucho ésta vez. Pude escuchar desde las alturas, alcé la mirada en busca de aquella voz y se trataba de mi amigo Kintaro, ataviado con su icónica máscara demoníaca. Estaba de pie sobre un muro, con los brazos cruzados, observándome impasible.
-Buenos días...por decir algo...
-¿Que pasa con ese ánimo?¿No te gusta la lluvia? Los días lluviosos me parecen fantásticos, el ruido de la lluvia y de los relámpagos son ideales para hacernos todavía más invisibles. Mientras hablaba sobre lo fantástica que era la lluvia, Kintaro descruzó los brazos y rebuscó entre los bolsillos de su chaleco.
-Si, si...lo que tu digas. Dije no muy entusiasmado, mientras rebuscaba.
-Ajá! Aquí tienes Yoshimitsu, una nueva tarea para que no te aburras. Eres idóneo para este trabajo. Me arrojó un pequeño pergamino enrollado.
-Oh! eso está bien. Sonreí gratamente.
-Bueno, lee en un lugar menos húmedo el pergamino, está todo perfectamente detallado. Básicamente debes viajar a los bosques del país del fuego y acabar con una pequeña rebelión.
-Me parece bien. Dije poniendo voz seria.
Kintaro asintió con un brusco gesto de cabeza y desapareció como de costumbre, rodeado de un denso humo negro delante de mis ojos. -Contamos contigo Yoshimitsu...Habló desde la nada.
"Muy bien, vamos para allá"
Me dirigía hacía mi nuevo destino, con mi mapa en mano y siguiendo los caminos, no tenía perdida. En poco más de un día llegué a mi destino. Tiempo más que suficiente para leer el pergamino unas cuantas veces. Se trataba de un pequeño asentamiento de revolucionarios que estaban talando el árboles para confeccionar armas de asedio, querían perpetrar un pequeño golpe de estado en una aldea vecina de comerciantes muy prospera.
"Vamos que la quieren saquear hasta los cimientos"
Mi misión era destruir todas las maquinas de asedio y, si podía matar al cacique de aquel movimiento, mejor que mejor. Estando ya más o menos cerca del lugar me guardé mi hitai-ate por si las moscas. En el país del fuego también llovia, y como bien dijo Kintaro, eso me daría ventaja en un ataque por sorpresa, algo que me gustaría aprovechar.
Seguía por uno de los caminos que habían por los bosques del país del fuego, esos que están hechos sobre la tierra por el pasar de los carromatos. Pude observar que había una chica justo delante mía, me acercaría para tratar de averiguar algo, tenía un color de pelo azul oscuro muy peculiar, a juego con su túnica.
-Hola niña! Alcé la voz para que esta pudiera oír a través de la lluvia. -¿Eres de por aquí?