31/07/2017, 04:03
—Mucho gusto, Inoue Keisuke, este es mi hermano...
—Hyuuga Hazegawa — dijo, interrumpiendo la casi terminada presentación anterior.
—Es un gusto conocerles, Inoue-san y Hyuuga-san —dijo Naomi, haciendo una elegante reverencia.
“¿Hyuuga…, Inoue?”
—Que suerte que aquí hay algunas sillas libres, pensé que como estaban más cerca del anfitrión estaría más lleno.
El de ojos grises miro a su alrededor, como si recién estuviese notando la distribución de la sillas y de quienes las ocupaban.
—Creo que al quedarnos por aquí los demás supusieron que el resto de asientos estaban ocupados por alguien a quien estábamos esperando.
El de blanca cabellera procedió a sentarse lentamente, mientras que sus otros acompañantes se disponían a hacer lo mismo. El quedo junto a Keisuke, en el centro; mientras que Naomi y Hazegawa quedaron en los extremos. El resto de comensales también tomo asiento, continuando con sus conversaciones en una postura mucho más cómoda, pues la mesa era lo suficientemente amplia para que los distintos diálogos no entrechocasen.
—Kei me estaba diciendo que ustedes son shinobis — expresó el hermano de Keisuke—. ¡Deben tener muchas aventuras y ser todo muy guay!
—Bueno, no sé si nuestras vivencias podrían clasificarse como aventuras —Hasta entonces jamás había considerado que los distintos eventos de su vida ninja pudiesen considerarse como aventuras, como la de las historias—. Sin embargo, he de admitir que se conoce a gente muy interesante y que se llegan a ver sucesos muy extraños.
Aquello si lo podía afirmar: Las historias de fantasías que le relataban de pequeño, aquellas llenas de imaginaciones sin límites, se quedaban absolutamente cortas e insípidas al compararlas con algunos de los eventos que había visto y experimentado, ni hablar de aquellos de los cuales se había enterado por fuentes fidedignas.
—Ahora que lo pienso, aquello de cosas “extrañas”, les tengo una pregunta —Naomi abrió los ojos como platos al escuchar aquellas palabras. Trato de emular una leve toz para llamar la atención de su señor, como si quisiese detenerlo antes de que su sinceridad le hiciera cometer una indiscreción monumental.
Pero ella jamás había conseguido detener el honesto hablar de su señor, y aquella noche no sería la primera vez.
—Si ustedes son hermanos, ¿Cómo es que tienen distintos apellidos? —pregunto con absoluta serenidad, mientras la Miyazaki se sonrojaba por la vergüenza—. No entiendo, es que ambos tienen apellido, por lo que no creo que alguno de ustedes sea un bastardo.
—Oh, mi señor... —dijo, mientras dejaba escapar un suspiro de resignación.
—Hyuuga Hazegawa — dijo, interrumpiendo la casi terminada presentación anterior.
—Es un gusto conocerles, Inoue-san y Hyuuga-san —dijo Naomi, haciendo una elegante reverencia.
“¿Hyuuga…, Inoue?”
—Que suerte que aquí hay algunas sillas libres, pensé que como estaban más cerca del anfitrión estaría más lleno.
El de ojos grises miro a su alrededor, como si recién estuviese notando la distribución de la sillas y de quienes las ocupaban.
—Creo que al quedarnos por aquí los demás supusieron que el resto de asientos estaban ocupados por alguien a quien estábamos esperando.
El de blanca cabellera procedió a sentarse lentamente, mientras que sus otros acompañantes se disponían a hacer lo mismo. El quedo junto a Keisuke, en el centro; mientras que Naomi y Hazegawa quedaron en los extremos. El resto de comensales también tomo asiento, continuando con sus conversaciones en una postura mucho más cómoda, pues la mesa era lo suficientemente amplia para que los distintos diálogos no entrechocasen.
—Kei me estaba diciendo que ustedes son shinobis — expresó el hermano de Keisuke—. ¡Deben tener muchas aventuras y ser todo muy guay!
—Bueno, no sé si nuestras vivencias podrían clasificarse como aventuras —Hasta entonces jamás había considerado que los distintos eventos de su vida ninja pudiesen considerarse como aventuras, como la de las historias—. Sin embargo, he de admitir que se conoce a gente muy interesante y que se llegan a ver sucesos muy extraños.
Aquello si lo podía afirmar: Las historias de fantasías que le relataban de pequeño, aquellas llenas de imaginaciones sin límites, se quedaban absolutamente cortas e insípidas al compararlas con algunos de los eventos que había visto y experimentado, ni hablar de aquellos de los cuales se había enterado por fuentes fidedignas.
—Ahora que lo pienso, aquello de cosas “extrañas”, les tengo una pregunta —Naomi abrió los ojos como platos al escuchar aquellas palabras. Trato de emular una leve toz para llamar la atención de su señor, como si quisiese detenerlo antes de que su sinceridad le hiciera cometer una indiscreción monumental.
Pero ella jamás había conseguido detener el honesto hablar de su señor, y aquella noche no sería la primera vez.
—Si ustedes son hermanos, ¿Cómo es que tienen distintos apellidos? —pregunto con absoluta serenidad, mientras la Miyazaki se sonrojaba por la vergüenza—. No entiendo, es que ambos tienen apellido, por lo que no creo que alguno de ustedes sea un bastardo.
—Oh, mi señor... —dijo, mientras dejaba escapar un suspiro de resignación.