1/08/2017, 22:27
El pizzero tardó apenas unos minutos en tener lista la orden, aunque a Kaido se le hicieron eternos. Mojado como estaba —igual que la chica que ahora dormitaba sobre uno de los taburetes del puesto—, el frío de la noche amenia no tardaría en penetrar sus ropas y calarle hasta los huesos. El Goyjin sintió una oleada cálida cuando el pizzero puso dos cajas de cartón frente a él —que, dicho sea de paso, olían de maravilla— y esperó de brazos cruzados a que el Tiburón le pagase, con la prometida propina incluída.
La muchacha tomaría apenas un trozo de la suya, ablandándolo con las encías antes de dar siquiera el primer bocado. Pareció sentarle bien, porque devoró el resto de la porción en apenas unos momentos. Con los ojos todavía entrecerrados se puso en pie, tomando un par de trozos más con la mano izquierda y dejando allí el cartón con el resto de la pizza.
—Gr... Gracias, shinobi-kun... —balbuceó mientras caminaba, tambaleándose, con una sonrisa bobalicona en el rostro—. Has sss... s... Sido muy bueno conmigo.
Cuando el gennin dobló la esquina de la calle, acompañado de la chica emporrada, pudo escuchar claramente dos voces que discutían a pleno grito. De un lado estaba el camarero del karaoke, que gesticulaba de forma agresiva e hizo amago, un par de veces, de abofetear a Skippy. Del otro, el mentado personaje, que se limitaba a encoger los hombros y poner cara de enfadado de vez en cuando.
Para cuando Kaido se acercó, el camarero ya se había metido dentro del local, y Skippy esperaba con cara de incredulidad.
—¿Puede creer lo que dise este tío? —preguntó el hombre, claramente ofendido, cuando vio al shinobi—. ¡Dise que sho, SHO, he ARRUINADO los bares! ¡Joder, tío!
Luego echó un vistazo a la chica por encima de sus gafas de montura rectangular.
—¿Está bien, eh?
La muchacha tomaría apenas un trozo de la suya, ablandándolo con las encías antes de dar siquiera el primer bocado. Pareció sentarle bien, porque devoró el resto de la porción en apenas unos momentos. Con los ojos todavía entrecerrados se puso en pie, tomando un par de trozos más con la mano izquierda y dejando allí el cartón con el resto de la pizza.
—Gr... Gracias, shinobi-kun... —balbuceó mientras caminaba, tambaleándose, con una sonrisa bobalicona en el rostro—. Has sss... s... Sido muy bueno conmigo.
Cuando el gennin dobló la esquina de la calle, acompañado de la chica emporrada, pudo escuchar claramente dos voces que discutían a pleno grito. De un lado estaba el camarero del karaoke, que gesticulaba de forma agresiva e hizo amago, un par de veces, de abofetear a Skippy. Del otro, el mentado personaje, que se limitaba a encoger los hombros y poner cara de enfadado de vez en cuando.
Para cuando Kaido se acercó, el camarero ya se había metido dentro del local, y Skippy esperaba con cara de incredulidad.
—¿Puede creer lo que dise este tío? —preguntó el hombre, claramente ofendido, cuando vio al shinobi—. ¡Dise que sho, SHO, he ARRUINADO los bares! ¡Joder, tío!
Luego echó un vistazo a la chica por encima de sus gafas de montura rectangular.
—¿Está bien, eh?