8/07/2015, 11:42
"Lo sabía, la convencí"
Estaba claro que después de la información que le dí, la kunoichi no podría negarse, si quería llevar a cabo su misión, me tendría que ayudar en la mía. Eri aceptó repitiendo la misma frase que le dije para tratar de animarla, a pesar de su pequeño tamaño, rebosaba valentía, algo que me agradó aún siendo de un país diferente al mio.
-Eso es. Le respondí sonriente y entusiasmado, levantando un pulgar como signo de aprobación.
Ahora quizás sería conveniente que Eri supiese un poco más sobre el asunto, pues como era de esperar la joven kunoichi comenzó a cavilar sobre la situación, que por el momento no iba muy bien encaminada. -No creas. Que sea una aldea joven no significa que sea precisamente pequeña, aunque claro, tu vienes de un país muy próspero, quizás para ti, si que te resulte una aldea pequeña, lo mejor será que la veas y juzgues.
La lluvia continuaba constante al igual que nuestra conversación, estábamos completamente empapados en mitad de la nada y Eri parecía estar dispuesta a hacer lo que fuera necesario para solucionar el problema. La miré seriamente, y si que noté que hablaba completamente en serio pero, quería saber donde estaba su limite. -¿Dispuesta a hacer lo que sea dices? ¿Incluso dispuesta a matar? La gente cuando se emborracha de poder no atiende a razones, por eso hay que estar preparado para cualquier cosa.
La invité a abandonar el camino, y que siguiéramos los tocones del bosque, con un poco de esfuerzo se podía apreciar como el número de tocones aumentaba. Eri no tenía claro el por qué de la tala desmesurada de la zona, pero se lo dejé claro en el momento. -Al parecer tienen algún ingeniero y han fabricado armas de asedio. Dije acercándome a ella y susurrándole, puesto que ahora había que mantener silencio. Tienen sitiada la aldea y están dispuestos a cualquier cosa con tal de hacerse con ella, pero de eso me encargo yo.
Seguimos avanzando y de repente, el bosque terminó, dando paso a un claro considerable, en donde se veía con claridad unas decenas de tiendas de campaña entre tocones y justo al lado, cuatro inmensas ballestas de asedio. En el horizonte se encontraba la aldea sitiada, que estaba protegida por una gran muralla hecha de madera.
"Ya estamos"
Miré a Eri, quería saber como reaccionaría al ver el panorama que había delante de nuestros ojos. Parecía complicada la situación. Pero la prioridad eran las maquinas de guerra, destruirlas supondría dar tiempo suficiente al ejercito del país para que se encargara del asunto ellos mismos. Matar al cabecilla sería la guinda del pastel.
-Si trato de destruir las maquinas, ¿Podrías cubrirme las espaldas? Le comenté entre susurros.
Estaba claro que después de la información que le dí, la kunoichi no podría negarse, si quería llevar a cabo su misión, me tendría que ayudar en la mía. Eri aceptó repitiendo la misma frase que le dije para tratar de animarla, a pesar de su pequeño tamaño, rebosaba valentía, algo que me agradó aún siendo de un país diferente al mio.
-Eso es. Le respondí sonriente y entusiasmado, levantando un pulgar como signo de aprobación.
Ahora quizás sería conveniente que Eri supiese un poco más sobre el asunto, pues como era de esperar la joven kunoichi comenzó a cavilar sobre la situación, que por el momento no iba muy bien encaminada. -No creas. Que sea una aldea joven no significa que sea precisamente pequeña, aunque claro, tu vienes de un país muy próspero, quizás para ti, si que te resulte una aldea pequeña, lo mejor será que la veas y juzgues.
La lluvia continuaba constante al igual que nuestra conversación, estábamos completamente empapados en mitad de la nada y Eri parecía estar dispuesta a hacer lo que fuera necesario para solucionar el problema. La miré seriamente, y si que noté que hablaba completamente en serio pero, quería saber donde estaba su limite. -¿Dispuesta a hacer lo que sea dices? ¿Incluso dispuesta a matar? La gente cuando se emborracha de poder no atiende a razones, por eso hay que estar preparado para cualquier cosa.
La invité a abandonar el camino, y que siguiéramos los tocones del bosque, con un poco de esfuerzo se podía apreciar como el número de tocones aumentaba. Eri no tenía claro el por qué de la tala desmesurada de la zona, pero se lo dejé claro en el momento. -Al parecer tienen algún ingeniero y han fabricado armas de asedio. Dije acercándome a ella y susurrándole, puesto que ahora había que mantener silencio. Tienen sitiada la aldea y están dispuestos a cualquier cosa con tal de hacerse con ella, pero de eso me encargo yo.
Seguimos avanzando y de repente, el bosque terminó, dando paso a un claro considerable, en donde se veía con claridad unas decenas de tiendas de campaña entre tocones y justo al lado, cuatro inmensas ballestas de asedio. En el horizonte se encontraba la aldea sitiada, que estaba protegida por una gran muralla hecha de madera.
"Ya estamos"
Miré a Eri, quería saber como reaccionaría al ver el panorama que había delante de nuestros ojos. Parecía complicada la situación. Pero la prioridad eran las maquinas de guerra, destruirlas supondría dar tiempo suficiente al ejercito del país para que se encargara del asunto ellos mismos. Matar al cabecilla sería la guinda del pastel.
-Si trato de destruir las maquinas, ¿Podrías cubrirme las espaldas? Le comenté entre susurros.