9/08/2017, 14:50
Rodó los ojos ante el comentario del rubio y después ambos salieron del edificio. No es que estuviese lejos, es más; seguramente en un par de minutos seguramente llegarían allí, lo malo eran... Las cuestas, ¡esas endemoniadas cuestas! Le dolían los pies solo e pensarlo.
Así que cuando echaron a andar hacia Yutaka, a Eri se le hizo interminable de las cuestas que tuvieron que subir. Andaba mirando el suelo, poniendo un pie delante, luego el otro, y así sucesivamente, hasta que las casas que comenzaron a rodearles comenzaron a cambiar de forma drástica: mansiones ostentosas que la joven nunca había visto ni imaginado, plantas que adornaban jardines demasiado grandes para su gusto... Y es que, ¿quién quería un jardín el doble de grande que su casa? Seguro que triplicaría la suya propia...
Lo peor eran los sonidos, graznidos de aves que ella desconocía provenían de los endemoniados y gigantes jardines de aquellas mansiones, ¿no podían tener... Perros?
No entendía a los ricos.
Con suerte Nabi guió a Eri de forma eficiente y ambos lograron llegar a lo que parecía —que podía ser que no— una casa perfectamente viable para ser en la que vivía la mujer del encargo. O no, no lo sabía, todas las malditas casas le parecían iguales: demasiado ostentosas para su gusto.
—¿Buscáis a alguien, niños?
Eri dio un respingo, no se había dado cuenta del hombre que se encontraba allí cuidando de un bonsai, ni del jardín, en verdad no se dio cuenta de mucho más que sus propios pies doloridos.
—Buenos días, señor; buscamos la casa de la señora Kanari Hanako-san, ¿sabe dónde encontrarla? —fue lo que dijo ella.
Así que cuando echaron a andar hacia Yutaka, a Eri se le hizo interminable de las cuestas que tuvieron que subir. Andaba mirando el suelo, poniendo un pie delante, luego el otro, y así sucesivamente, hasta que las casas que comenzaron a rodearles comenzaron a cambiar de forma drástica: mansiones ostentosas que la joven nunca había visto ni imaginado, plantas que adornaban jardines demasiado grandes para su gusto... Y es que, ¿quién quería un jardín el doble de grande que su casa? Seguro que triplicaría la suya propia...
Lo peor eran los sonidos, graznidos de aves que ella desconocía provenían de los endemoniados y gigantes jardines de aquellas mansiones, ¿no podían tener... Perros?
No entendía a los ricos.
Con suerte Nabi guió a Eri de forma eficiente y ambos lograron llegar a lo que parecía —que podía ser que no— una casa perfectamente viable para ser en la que vivía la mujer del encargo. O no, no lo sabía, todas las malditas casas le parecían iguales: demasiado ostentosas para su gusto.
—¿Buscáis a alguien, niños?
Eri dio un respingo, no se había dado cuenta del hombre que se encontraba allí cuidando de un bonsai, ni del jardín, en verdad no se dio cuenta de mucho más que sus propios pies doloridos.
—Buenos días, señor; buscamos la casa de la señora Kanari Hanako-san, ¿sabe dónde encontrarla? —fue lo que dijo ella.
![[Imagen: ksQJqx9.png]](https://i.imgur.com/ksQJqx9.png)