9/08/2017, 19:40
Más tarde...
Tres figuras acampaban en un día nublado. Ya eran al menos las diez de la mañana, pero para ellos era aún muy temprano, pues no habían pegado ojo en toda la noche. Habían dejado atrás los Bosques de la Hoja en medio de la noche, y aquél claro en el que estaban acampados por... bueno, por unas circunstancias curiosas, y ahora estaban ya en la Planicie del Silencio. Y estaban...
...en silencio.
Los tres tenían el rostro pálido como la leche, como si llevaran dos días sin comer. Aún así, al menos dos de ellos, los más pequeños, no querrían saber todavía nada de comida en un buen rato. Se habían trasladado allí y habían dormido tan solo tres horas, con el estómago revuelto y náuseas. Afortunadamente, las ronchas del cuerpo de Akame habían desaparecido ya, pero lo único que había conseguido el antídoto era dejarle un regusto a rancio en la boca que, de vez en cuando, traía consigo una nueva arcada. Datsue, por otro lado... Bueno. Digamos que Datsue no quería llevarse nada a la boca por si se veía obligado a expulsarlo por un lugar diferente.
Estaban mejor, claro. Sólo había sido una reacción alérgica moderada. Pero se encontraban como si les hubieran pegado una paliza, hubieran agarrado una cepa muy extraña de un virus estomacal, y tuvieran un resacón legendario.
Yakisoba echó unos palitos de madera que había recolectado de un arbusto cercano a la hoguera y tosió, aclarándose a la garganta.
—Bien —dijo—, esta noche hemos aprendido dos cosas muy importantes para la supervivencia como ninja.
»Número uno: mira las cosas antes de comértelas si tienes algún tipo de alergia.
Y número dos: nunca tires al fuego unas revistas que puede que te vengan muy bien para limpiarte el culo.
· · ·
Lejos, en algún lugar del bosque, un pastor capitaneaba un pequeño ejército de cabras. La más grande se llamaba Morris, e iba la primera, seguida de Encanto, Jane, Zopenco, Elegante, Jazmín y la más pequeña, Jaspe. Hacía rato que había detectado algo en el ambiente. Algo... diferente. Había pasado por aquella zona miles de veces, pero aquello...
—Morris. ¡Morris, cariño! ¿Dónde vas?
—BEEEEEeeeEEeeeeeEEE.
Las cabras evitaron un claro del bosque y se dieron la vuelta, huyendo despavoridas. Qué raro, pensó el pastor. ¡Si es su claro favorito! ¡Allí crece la mejor hierba de esta parte del Bosque!
El hombre, curioso, detectó una mezcla de olores en el ambiente que le hizo arrugar la nariz. Se acercó, con cautela, pensando que quizás era el rastro de un animal más grande, un depredador, un... ALGO.
Entonces, sacó la cabeza por entre los arbustos y su pie pisó algo húmedo y caliente.
—¡¡¡NOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO!!!
···
Yakisoba metió la mano en la mochila y sacó otro pergamino.
—Sé que es duro, pero os vendría bien un poco de desayuno. ¿Qué queréis? —dijo—. Tengo galletas, sándwiches de varios tipos —les quitamos el queso y ya está—, unos bollitos...
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