10/08/2017, 02:56
(Última modificación: 10/08/2017, 03:03 por Uchiha Datsue.)
...Cagón.
Datsue tomó nota mental de la regla número dos, una de las reglas que Yakisoba les había aconsejado para sobrevivir como ninjas, sin poder evitar que una débil sonrisa se asomase en sus facciones. La número uno, para su desgracia, la había aprendido la noche anterior.
De pronto, sintió un leve pitido en un oído, como si alguien estuviese hablando de él. Levantó la cabeza y comprobó que Akame miraba un lado y a otro, como si también le pasase algo. «Extraño…» Pero no tuvo tiempo para darle más vueltas, porque en seguida el Akimichi le sacó de su ensimismamiento:
—Sé que es duro, pero os vendría bien un poco de desayuno. ¿Qué queréis? Tengo galletas, sándwiches de varios tipos —les quitamos el queso y ya está—, unos bollitos...
El solo hecho de pensarlo le provocó retortijones en el estómago, y la cara se le puso tan morada como un viejo cardenal. No, no le apetecía en absoluto comer nada, y mucho menos comida que no era suya.
—Muchas gracias, Yakisoba-sama. Pero yo también cogeré de mi propia comida —se excusó, con voz lastimera, tras Akame. Liberó la mochila sellada en el hombro y la abrió, con cierta lentitud, como si aquella simple acción le costase un mundo. Luego, abrió una bolsa de galletas que llevaba en su interior, cien por cien libres de mayonesa o cualquier ingrediente que contuviese huevo. Se llevó una a la boca y dio un diminuto bocado. Un bocado lento y débil, como el que propinaría un anciano sin dentadura. Masticó con extrema lentitud, y cuando tragó, una sensación agridulce subió por su garganta, a la vez que el trozo de galleta caía hacia abajo.
»Yakisoba-sama… —Si algo bueno tenía haber hecho el mayor ridículo de la historia, eso era que cualquier otra cosa que hiciese o pudiese decir quedaría pequeño en comparación. Por eso, apenas sintió vergüenza cuando dijo:—. Me gustaría pedirle un favor. Verá… —carraspeó—. Le estaría terriblemente agradecido si lo que sucedió ayer… bueno, no saliese de ese bosque. Supongo que me entiende. Tengo una reputación que mantener y… bueno, mi futura vida sentimental se lo agradecería también un montón.
Dio otro pequeño mordisquito, y unas migas de la galleta cayeron por encima del pantalón. Aquel día llevaba un pantalón negro, a diferencia del beis que solía usar, y que mismamente había usado ayer...
... algo le decía en su interior que el beis no lo volvería a poner. Nunca más.
· · ·
Datsue tomó nota mental de la regla número dos, una de las reglas que Yakisoba les había aconsejado para sobrevivir como ninjas, sin poder evitar que una débil sonrisa se asomase en sus facciones. La número uno, para su desgracia, la había aprendido la noche anterior.
De pronto, sintió un leve pitido en un oído, como si alguien estuviese hablando de él. Levantó la cabeza y comprobó que Akame miraba un lado y a otro, como si también le pasase algo. «Extraño…» Pero no tuvo tiempo para darle más vueltas, porque en seguida el Akimichi le sacó de su ensimismamiento:
—Sé que es duro, pero os vendría bien un poco de desayuno. ¿Qué queréis? Tengo galletas, sándwiches de varios tipos —les quitamos el queso y ya está—, unos bollitos...
El solo hecho de pensarlo le provocó retortijones en el estómago, y la cara se le puso tan morada como un viejo cardenal. No, no le apetecía en absoluto comer nada, y mucho menos comida que no era suya.
—Muchas gracias, Yakisoba-sama. Pero yo también cogeré de mi propia comida —se excusó, con voz lastimera, tras Akame. Liberó la mochila sellada en el hombro y la abrió, con cierta lentitud, como si aquella simple acción le costase un mundo. Luego, abrió una bolsa de galletas que llevaba en su interior, cien por cien libres de mayonesa o cualquier ingrediente que contuviese huevo. Se llevó una a la boca y dio un diminuto bocado. Un bocado lento y débil, como el que propinaría un anciano sin dentadura. Masticó con extrema lentitud, y cuando tragó, una sensación agridulce subió por su garganta, a la vez que el trozo de galleta caía hacia abajo.
»Yakisoba-sama… —Si algo bueno tenía haber hecho el mayor ridículo de la historia, eso era que cualquier otra cosa que hiciese o pudiese decir quedaría pequeño en comparación. Por eso, apenas sintió vergüenza cuando dijo:—. Me gustaría pedirle un favor. Verá… —carraspeó—. Le estaría terriblemente agradecido si lo que sucedió ayer… bueno, no saliese de ese bosque. Supongo que me entiende. Tengo una reputación que mantener y… bueno, mi futura vida sentimental se lo agradecería también un montón.
Dio otro pequeño mordisquito, y unas migas de la galleta cayeron por encima del pantalón. Aquel día llevaba un pantalón negro, a diferencia del beis que solía usar, y que mismamente había usado ayer...
... algo le decía en su interior que el beis no lo volvería a poner. Nunca más.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado