12/08/2017, 19:33
La presencia del hombre pareció pillar desprevenidos a los dos muchachos. O al menos a la jovencita, que pegó un brinco.
—Buenos días, señor; buscamos la casa de la señora Kanari Hanako-san, ¿sabe dónde encontrarla? —preguntó.
—Buenos días y lo que ha dicho ella. Venimos por la misión —añadió el rubio.
El jardinero se irguió en toda su estatura y cerró las tijeras de podar que llevaba. Por debajo de su kasa de paja, sus ojos despedían un ligero brillo extrañado.
—No sé de qué misión estáis hablando, muchachos. Pero la señora Kanari-sama vive abajo —les indicó, señalando una casa con un tejado de tejas rojas que se encontraba abajo del todo, justo después de subir la primera cuesta—. La distinguiréis enseguida, tiene el jardín repleto de pavos reales.
Parecía que subir todas aquellas cuestas no les había servido absolutamente de nada. Sólo para cansarlos físicamente.
—Buenos días, señor; buscamos la casa de la señora Kanari Hanako-san, ¿sabe dónde encontrarla? —preguntó.
—Buenos días y lo que ha dicho ella. Venimos por la misión —añadió el rubio.
El jardinero se irguió en toda su estatura y cerró las tijeras de podar que llevaba. Por debajo de su kasa de paja, sus ojos despedían un ligero brillo extrañado.
—No sé de qué misión estáis hablando, muchachos. Pero la señora Kanari-sama vive abajo —les indicó, señalando una casa con un tejado de tejas rojas que se encontraba abajo del todo, justo después de subir la primera cuesta—. La distinguiréis enseguida, tiene el jardín repleto de pavos reales.
Parecía que subir todas aquellas cuestas no les había servido absolutamente de nada. Sólo para cansarlos físicamente.