14/08/2017, 18:47
(Última modificación: 14/08/2017, 21:25 por Amedama Daruu.)
—Pueeeeees, en realidad no pero... Hemos venido a jugar, ¿No? —dijo Yota.
Daruu asintió. «¿Jugar con los espíritus sigue siendo jugar? En mi opinión, no. Si es que lo que ha dicho la vendehumos es verdad, SI ES QUE ES VERDAD, estaríamos metiéndonos en terreno fangoso, no solucionando ningún problema tuyo, Yota-san. Pero te prometí que te seguiría.»
Los muchachos pagaron la comida, agradecieron el servicio y salieron, internándose en el sendero que llevaba al frondoso bosque a los pies de la cordillera. A medida que se iban internando, los sonidos naturales que emergían a su alrededor iban incrementando en cantidad y en volumen. A Daruu le ponía especialmente nervioso el ocasional graznido de los cuervos...
—Bien, pues aquí estamos. ¿Estás seguro de querer hacer esto? Quiero decir... No tienes por qué hacerlo. —dijo Yota, cuando ya estaban frente a la entrada de la caverna. De ella salía una agradable corriente de aire frío que aliviaba el calor pero que le trajo malos recuerdos por culpa de alguien llamado Hibagon.
—¿No es precisamente lo mismo que te he preguntado antes? —rio el muchacho—. Mira... Por si acaso, sólo por si acaso, déjame comprobar una cosa con mi técnica.
Daruu activó su Byakugan y oteó el interior de la gruta.
Daruu asintió. «¿Jugar con los espíritus sigue siendo jugar? En mi opinión, no. Si es que lo que ha dicho la vendehumos es verdad, SI ES QUE ES VERDAD, estaríamos metiéndonos en terreno fangoso, no solucionando ningún problema tuyo, Yota-san. Pero te prometí que te seguiría.»
Los muchachos pagaron la comida, agradecieron el servicio y salieron, internándose en el sendero que llevaba al frondoso bosque a los pies de la cordillera. A medida que se iban internando, los sonidos naturales que emergían a su alrededor iban incrementando en cantidad y en volumen. A Daruu le ponía especialmente nervioso el ocasional graznido de los cuervos...
—Bien, pues aquí estamos. ¿Estás seguro de querer hacer esto? Quiero decir... No tienes por qué hacerlo. —dijo Yota, cuando ya estaban frente a la entrada de la caverna. De ella salía una agradable corriente de aire frío que aliviaba el calor pero que le trajo malos recuerdos por culpa de alguien llamado Hibagon.
—¿No es precisamente lo mismo que te he preguntado antes? —rio el muchacho—. Mira... Por si acaso, sólo por si acaso, déjame comprobar una cosa con mi técnica.
Daruu activó su Byakugan y oteó el interior de la gruta.