10/07/2015, 23:17
"¿Lo hemos conseguido?"...
«Espero que sí»
De pronto, tanto Kota como Yota se habían transformado en el único centro de atención. El movimiento del examinador, aunado a la réplica silenciosa de su padre, lograron atraer las miradas de todos los presentes quienes se debatían entre risas y seriedad, el cómo debería terminar aquella ceremonia. Sin embargo, el único que tenía la potestad para decidir si habían logrado su cometido era el hombre enviado por Shiona-sama.
Frente al susodicho examinador el peliblanco se mantenía erguido con cara de pocos amigos. Serio, sin dubitativas reflejadas en su rostro. Si algo tenía el pequeño Uchiha es que era bastante maduro para su edad, aunque eso no le eximía de enfrentar como todo niño los miedos más fortuitos que el desafío de crecer les presenta a todos alguna vez. En el fondo se moría de temor a fallar, a defraudar a su madre, a no poder acceder a nuevas fuentes de conocimiento para hacerse más fuerte. Sin ello no podría obtener su venganza. De cualquier forma, era propio de su personalidad intentar mantener su temple bajo cual fuera la circunstancia. Aunque su mano derecha temblaba y la ocultó detrás de su espalda.
Pronto el hombre comenzaría un recital en el que hablaría un poco sobre lo que había visto. Una buena demostración de ataques y correcta utilización de las artes más básicas de un shinobi, aunque no sin antes restar algunos puntos por detalles como la precipitación en los movimientos y la incorrecta dosificación de energía. Aún así destacó las áreas fuertes de los dos hermanos, algo que Kota supo valorar pues se había partido el trasero intentando lograr correctamente la técnica de Shurikenjutsu. Pero eso sólo sería un abre bocas para lo que vendría después: el hombre extendió su mano y en pro de los méritos de aquel combate, Kota era apto para recibir según su criterio; su bandana ninja. El peliblanco ya no tan serio abrió los ojos de par en par, sorprendido, y tomó la bandana con una sonrisa infantil que pocas veces mostraba.
Estaba feliz, de eso no había dudas. Y justo allí, pensó en su madre. Y en su hermano, quien también recibiría su premio un par de segundos después.
—¡Lo logramos!
Luego un abrazo fraternal, un par de palmadas en la espalda y una mirada de enfoque. Este era sólo el comienzo y esperaba que Yota lo supiera.
«Espero que sí»
De pronto, tanto Kota como Yota se habían transformado en el único centro de atención. El movimiento del examinador, aunado a la réplica silenciosa de su padre, lograron atraer las miradas de todos los presentes quienes se debatían entre risas y seriedad, el cómo debería terminar aquella ceremonia. Sin embargo, el único que tenía la potestad para decidir si habían logrado su cometido era el hombre enviado por Shiona-sama.
Frente al susodicho examinador el peliblanco se mantenía erguido con cara de pocos amigos. Serio, sin dubitativas reflejadas en su rostro. Si algo tenía el pequeño Uchiha es que era bastante maduro para su edad, aunque eso no le eximía de enfrentar como todo niño los miedos más fortuitos que el desafío de crecer les presenta a todos alguna vez. En el fondo se moría de temor a fallar, a defraudar a su madre, a no poder acceder a nuevas fuentes de conocimiento para hacerse más fuerte. Sin ello no podría obtener su venganza. De cualquier forma, era propio de su personalidad intentar mantener su temple bajo cual fuera la circunstancia. Aunque su mano derecha temblaba y la ocultó detrás de su espalda.
Pronto el hombre comenzaría un recital en el que hablaría un poco sobre lo que había visto. Una buena demostración de ataques y correcta utilización de las artes más básicas de un shinobi, aunque no sin antes restar algunos puntos por detalles como la precipitación en los movimientos y la incorrecta dosificación de energía. Aún así destacó las áreas fuertes de los dos hermanos, algo que Kota supo valorar pues se había partido el trasero intentando lograr correctamente la técnica de Shurikenjutsu. Pero eso sólo sería un abre bocas para lo que vendría después: el hombre extendió su mano y en pro de los méritos de aquel combate, Kota era apto para recibir según su criterio; su bandana ninja. El peliblanco ya no tan serio abrió los ojos de par en par, sorprendido, y tomó la bandana con una sonrisa infantil que pocas veces mostraba.
Estaba feliz, de eso no había dudas. Y justo allí, pensó en su madre. Y en su hermano, quien también recibiría su premio un par de segundos después.
—¡Lo logramos!
Luego un abrazo fraternal, un par de palmadas en la espalda y una mirada de enfoque. Este era sólo el comienzo y esperaba que Yota lo supiera.