La kunoichi de cabellera color carmín estaba en uno de los tantos tatamis que habían en la zona. No era ni el mas grande ni el mas pequeño, tan solo uno mas de otros tantos. Pese a que muchos lugareños y turistas estaban dándole un buen uso, había otras tantas personas que meramente observaban, como si fuesen a sacar de ahí los puntos debiles de un posible contrincante. La idea parecía realmente absurda, puesto que no sabías quién te iba a tocar, y no sabías quienes de los allí presentes eran participantes del susodicho torneo.
Así pues, la chica podía liberar tensiones con tranquilidad, e incluso si alguien la retaba, podía luchar con todo su potencial. Total, lo que buscaba en esos momentos era justamente pillar fama, y no había mejor manera que exhibirse. Fuese como inmortal, o como combatiente, solo debía hacerse a conocer...
De pronto, la chica escuchó a alguien inquerir que había sido asombroso. Ésta no pudo evitar alzar la ceja mientras lo buscaba con la mirada. Allí vio a un chico de ojos blancos, que casi parecía ciego. Con cabellera castaña clara, camisa y pantalones, así como un chaleco que contrastaban tonos blanco, negro y marrón respectivamente.
«¿Acaso me ha visto... o se refiere a otra cosa ese chico?»
La pelirroja no pudo ocultar su discordia, no sabía a qué se había referido exactamente ese tipo ciego. Jamás había visto a un ciego antes, pero... se suponía que tenían los orbes como ese, ¿no? Sin color, como si no tuviesen vida.
Creyendo que éste no le había dirigido la palabra a ella, la chica quiso continuar con su pequeña ceremonia de desestrés. Pero, antes de desviar del todo su mirada hacia otro sitio, cayó en cuenta de un pequeño gran detalle. El chico estaba dibujando, tenía un bloc entre manos, y blandía un pincel.
«¿Cómo es posible? Entonces... debe poder ver...»
Su cara no dibujaba mas que duda, su mueca era mas que perceptible. Sin dudar un solo segundo, se encaminó hacia el chico, entre tanto la espada que blandía desapareció en unas pocas de hojas. Al llegar a una altura no demasiado próxima, apenas cuatro metros, se detuvo.
Agitó la mano un par de veces frente a él, y mas curiosa que un gato, no pudo evitar lanzar la pregunta. —¿Me puedes ver?
Así pues, la chica podía liberar tensiones con tranquilidad, e incluso si alguien la retaba, podía luchar con todo su potencial. Total, lo que buscaba en esos momentos era justamente pillar fama, y no había mejor manera que exhibirse. Fuese como inmortal, o como combatiente, solo debía hacerse a conocer...
De pronto, la chica escuchó a alguien inquerir que había sido asombroso. Ésta no pudo evitar alzar la ceja mientras lo buscaba con la mirada. Allí vio a un chico de ojos blancos, que casi parecía ciego. Con cabellera castaña clara, camisa y pantalones, así como un chaleco que contrastaban tonos blanco, negro y marrón respectivamente.
«¿Acaso me ha visto... o se refiere a otra cosa ese chico?»
La pelirroja no pudo ocultar su discordia, no sabía a qué se había referido exactamente ese tipo ciego. Jamás había visto a un ciego antes, pero... se suponía que tenían los orbes como ese, ¿no? Sin color, como si no tuviesen vida.
Creyendo que éste no le había dirigido la palabra a ella, la chica quiso continuar con su pequeña ceremonia de desestrés. Pero, antes de desviar del todo su mirada hacia otro sitio, cayó en cuenta de un pequeño gran detalle. El chico estaba dibujando, tenía un bloc entre manos, y blandía un pincel.
«¿Cómo es posible? Entonces... debe poder ver...»
Su cara no dibujaba mas que duda, su mueca era mas que perceptible. Sin dudar un solo segundo, se encaminó hacia el chico, entre tanto la espada que blandía desapareció en unas pocas de hojas. Al llegar a una altura no demasiado próxima, apenas cuatro metros, se detuvo.
Agitó la mano un par de veces frente a él, y mas curiosa que un gato, no pudo evitar lanzar la pregunta. —¿Me puedes ver?