12/07/2015, 14:14
El público rompió en carcajadas cuando aquel chico, tímido y esmirriado, subió al escenario después de haberse estrellado contra el mismo. La situación era ciertamente cómica, y la propia Kunie trataba de no reír por si molestaba a su nuevo compañero. El mago, por otra parte, parecía satisfecho de no tener que arrastrar, casi a la fuerza, a nadie del público para hacer ese truco. Cuando veían una espada bien afilada, era de lo más normal que cuatro paletos se cagaran encima.
- ¡Juro! Señoras y señores, ya tenemos a nuestro valiente guerrero. ¡Juro se enfrentará a la misma muerte! ¿Triunfará, o acabará desterrado por siempre a los Siete Infiernos? ¿Podrá la mismísima Espada de Susanoo cortar en dos a este muchacho? ¿O su espíritu es lo bastante fuerte para resistir esta afilada hoja?
La ayudante se acercó a Juro y lo tomó de la muñeca, sonriendo con gracia mientras hacia una reverencia al público. Sus pechos, pequeños pero firmes y bien arriba se mambolearon durante un momento, provocando silbidos y otras expresiones menos pudorosas por parte del público masculino. Kunie no pudo evitar fijarse también en ellos, cubiertos apenas por una tela azul transparente; eran perfectos. Por un momento quedó anonadada por la perfección estética de aquella mujer... Volvió a la realidad cuando los gritos de Liu Qian la sacaron de sus pensamientos.
- ¡Sin más dilación, esta legendaria prueba va a comenzar!
La chica había abierto el ataúd de par en par, y su oscuro abrazo esperaba al gennin de Uzushio. Liu Qian tomó la espada, sacándola de su vaina con lentitud, saboreando el chirrido metálico de la hoja. Era una katana larguísima, más que ninguna otra que hubiera visto Kunie, y el filo despedía un brillo plateado. La empuñadura era roja, con engarces de piedras verdes, azules y ámbar. El mago hizo una serie de gráciles movimientos, como una ensayada coreografía, pasándose la espada por la espalda y de una mano a otra.
Por su parte, la azafata tiró de Juro hasta el ataúd, y con la mano libre le indicó que se metiera dentro. Todo esto, sin dejar de sonreír.