13/07/2015, 15:25
A pesar de que la gente se estuviese divirtiendo, el pelinegro no estaba para nada de risas. Casi paralizado por el miedo y la sorpresa, lo único que pudo hacer fue no quedarse quieto, y avanzar poco a poco hasta el ataúd, con unos pasos tan mecánicos como los de un robot.
Aspiró aire dificultosamente, cuando volvió a hablar. Al parecer, iba a cortarle por la mitad, o al menos, a simularlo. Después de todo, ¿Que ganaba matándole? Acabaría en la cárcel , posiblemente. Con esa pequeña esperanza, intentó hacerse el duro, o al menos, no flaquear mientras hablaba.
Volvió a sentir la misma sensación al ver a la ayudante, la misma que sintió cuando vio a Kunie, vergüenza y algo extraño en él. Intentó serenarse mirando a la espada, iba a tener que concentrarse.
"Venga, espabila..."
La misma mujer le ofreció meterse dentro del ataúd. Echando un último vistazo alrededor, para ver a todo el público expectante, mirando el uso de la espada,y por último, fijarse en Kunie, que se encontraba en el mismo estado, acabo metiendose dentro, no tenía muchas opciones.
"Relájate...No pasara nada..."
Nada más entrar, sintió el penetrante olor de la madera, y la sensación de encierro que surcó su mente. Estaba inevitablemente nervioso. El ataúd aún no se había cerrado, y podía ver levemente el público, pero sabía que era cuestión de tiempo que esto se terminase. El numerito de la espada no duraría infinitamente.