29/08/2017, 12:27
—No perdamos tiempo, Aotsuki-san —la voz de Mogura la sorprendió. Para su completa estupefacción, se mantenía sereno, soportando con una admirable estoicidad aquella situación tan difícil para dos genin como aquellos. Durante un breve instante, tan sólo por un momento, le recordó a su hermano con aquella actitud tan fría y distendida.
Pero ella era incapaz de relajarse.
—Mogura-kun tiene razón, Ayame-chan —intervino Shanise—. Pero entiendo tus dudas. Honestamente, no sé cómo Mogura-kun es capaz de mantenerse tan estricto. Tenemos un deber para con la villa. Somos ninjas. Aprovechad estas adversidades para formaros y para aprender lo que realmente significa.
Ayame agachó la mirada, mordiéndose el labio inferior. ¿Lo que realmente significa ser un ninja? ¿A qué se refería con eso?
—A lo largo de vuestra vida, mataréis gente en interés del bien común de la villa. A veces, las víctimas serán inocentes.
«Jamás mataré a un inocente» Se rebeló Ayame interiormente, con el ceño ligeramente fruncido, pero de sus labios jamás surgirían aquellas palabras.
—Veréis amigos caer a vuestro lado, e incluso puede que miembros de vuestra propia familia. La vida es una puta mierda, chicos —sentenció, pero les levantó el dedo pulgar en un gesto conciliador—. Pero tenéis que decirle un enorme "que te jodan" a la vida y morderos las entrañas para soportar todo lo que os venga encima. Tenéis que ser fuertes. Por vosotros, y por aquellos que todavía os queden por proteger. Ese es el camino del ninja de Yui-sama, y es el que me he hecho propio. La cosa está muy jodida, pero no por eso nos vamos a amilanar. ¡Somos shinobis de la Lluvia! ¡Del País de la Tormenta! Seremos duros como las rocas del País de la Tierra que nos separan de esas sabandijas de Kusa y les sacaremos el dedo corazón mientras exhibimos la mejor de nuestras sonrisas. Y ahora, tenemos una misión que cumplir. Yui-sama confía en nosotros. Y la mejor forma de demostrarle a los uzujin que fuimos fieles hasta el final, quizás, sería hacerle caso a Gouna y terminarla. Además, por lo que cuenta podría ser una amenaza global. ¿En serio queréis a alguien más por ahí con el poder para tumbar una ciudad entera entre sus manos?
—No...
Ayame dejó escapar todo el aire de sus pulmones y relajó todo lo que pudo la tensión de sus hombros. La situación entre las aldeas era difícil, muy difícil. Y le provocaba un terrible dolor de cabeza siquiera pensar en lo que podría ocurrir a continuación. Todas las personas que había conocido se quedarían atrás, y no quería siquiera imaginar la posibilidad de que se vieran obligados a enfrentarse en un conflicto bélico. Durante un momento se sintió rota por dentro, y no pudo evitar cuestionarse para qué se había hecho kunoichi.
Volvió a expulsar el aire.
Pero tenía que apartar aquellos pensamientos de su cabeza. Ya tendría tiempo para preocuparse por ellos. Su mente estaba ocupada ahora con los rostros de su padre, su hermano, su tío, Daruu... Ahora tenían que detener a los hombres que querían hacerse con los hilos. Debía protegerlos a todos ellos, como kunoichi y como Jinchūriki. De ninguna manera podía permitir que aquello sucediera.
No debía haber una segunda Ciudad Fantasma. Debía servir a Amegakure.
—Tenéis razón, Mogura-san, Shanise-senpai —sentenció, abriendo los ojos y clavándolos en su compañero y en su superiora. Les dedicó una pronunciada inclinación—. Lo siento. ¡Y ahora, continuemos!
Pero ella era incapaz de relajarse.
—Mogura-kun tiene razón, Ayame-chan —intervino Shanise—. Pero entiendo tus dudas. Honestamente, no sé cómo Mogura-kun es capaz de mantenerse tan estricto. Tenemos un deber para con la villa. Somos ninjas. Aprovechad estas adversidades para formaros y para aprender lo que realmente significa.
Ayame agachó la mirada, mordiéndose el labio inferior. ¿Lo que realmente significa ser un ninja? ¿A qué se refería con eso?
—A lo largo de vuestra vida, mataréis gente en interés del bien común de la villa. A veces, las víctimas serán inocentes.
«Jamás mataré a un inocente» Se rebeló Ayame interiormente, con el ceño ligeramente fruncido, pero de sus labios jamás surgirían aquellas palabras.
—Veréis amigos caer a vuestro lado, e incluso puede que miembros de vuestra propia familia. La vida es una puta mierda, chicos —sentenció, pero les levantó el dedo pulgar en un gesto conciliador—. Pero tenéis que decirle un enorme "que te jodan" a la vida y morderos las entrañas para soportar todo lo que os venga encima. Tenéis que ser fuertes. Por vosotros, y por aquellos que todavía os queden por proteger. Ese es el camino del ninja de Yui-sama, y es el que me he hecho propio. La cosa está muy jodida, pero no por eso nos vamos a amilanar. ¡Somos shinobis de la Lluvia! ¡Del País de la Tormenta! Seremos duros como las rocas del País de la Tierra que nos separan de esas sabandijas de Kusa y les sacaremos el dedo corazón mientras exhibimos la mejor de nuestras sonrisas. Y ahora, tenemos una misión que cumplir. Yui-sama confía en nosotros. Y la mejor forma de demostrarle a los uzujin que fuimos fieles hasta el final, quizás, sería hacerle caso a Gouna y terminarla. Además, por lo que cuenta podría ser una amenaza global. ¿En serio queréis a alguien más por ahí con el poder para tumbar una ciudad entera entre sus manos?
—No...
Ayame dejó escapar todo el aire de sus pulmones y relajó todo lo que pudo la tensión de sus hombros. La situación entre las aldeas era difícil, muy difícil. Y le provocaba un terrible dolor de cabeza siquiera pensar en lo que podría ocurrir a continuación. Todas las personas que había conocido se quedarían atrás, y no quería siquiera imaginar la posibilidad de que se vieran obligados a enfrentarse en un conflicto bélico. Durante un momento se sintió rota por dentro, y no pudo evitar cuestionarse para qué se había hecho kunoichi.
Volvió a expulsar el aire.
Pero tenía que apartar aquellos pensamientos de su cabeza. Ya tendría tiempo para preocuparse por ellos. Su mente estaba ocupada ahora con los rostros de su padre, su hermano, su tío, Daruu... Ahora tenían que detener a los hombres que querían hacerse con los hilos. Debía protegerlos a todos ellos, como kunoichi y como Jinchūriki. De ninguna manera podía permitir que aquello sucediera.
No debía haber una segunda Ciudad Fantasma. Debía servir a Amegakure.
—Tenéis razón, Mogura-san, Shanise-senpai —sentenció, abriendo los ojos y clavándolos en su compañero y en su superiora. Les dedicó una pronunciada inclinación—. Lo siento. ¡Y ahora, continuemos!