13/07/2015, 23:20
El rubio dio ofensa sin pretenderlo a su compañero de charla, evidentemente, éste hizo alago de que también era shinobi. Parecía ser que también pensaba moverse, e indignado con el Yotsuki, comenzó la carrera al igual. Ambos llamaron la atención del bullicio, sus miradas se clavaron rápidamente en el par de jóvenes que se hacían los héroes. El rubio había sido el primero en vociferar, mas el marionetista no titubeó en anunciar que esos gritos se habían oído en todo el hemisferio, y podían acudir algunos shinobis o guardas de seguridad.
Sorprendentemente, ninguno captó el propósito de esas palabras. Incluso alguno empezó a reír. El rubio miró a su compañero, se encogió de hombros, y volvió a mirar a ese grupo. La chica tomó un bolso de manos del mas cercano de los acosadores, y se retiró rápidamente contra el abismo, concretamente con el trozo de muro que daba apoyo lateral al puente. El que tenía el bolso hizo amago de volver a tomarlo, pero un segundo canalla le tomó del hombro, haciéndole ver que el problema estaba en su flanco.
— Tios, ¿que vais de héroes? ¿Acaso no sabéis donde estáis? ESTO es territorio de los Pumas Negros, iros de aquí si no queréis problemas! — Proclamó rápido uno de los jóvenes.
A ésto, un segundo se adelantó de entre la muchedumbre, y dejó bien claro el porqué pensaban hacer lo que les diese la gana. — Nadie vigila éste sitio ahora! Podéis gritar todo lo que queráis, lo tenemos bajo control! ¿Veis? —
Con esas palabras, el chico quedó indicando un lugar lejano, tras una de las montañas. Una flamígera luz parpadeaba constantemente, y un grueso tabique de humo negro comenzaba a florecer en el cielo. Evidentemente se trataba de un incendio, y parte de ésta gente, o quizás otros que estaban compinchados a éstos, lo habían provocado.
"Dios... estos tipos se han colado tela... ¿y todo por un bolso? ¿O será por la chica? ¿O quizás solo querían este sitio libre por otro motivos...?"
Numerosos pensamientos nublaron la mente del rubio por un instante, mas casi alocado, el chico alzó sus puños. Mostró al grupo sus guantes, éstos bien apretados, cerrando sus puños en una clara posición de defensa. Posicionado, miró hacia su lado, al chico de Uzu. No tardó en volver la vista hacia sus presas.
— Estáis locos si pretendéis hacer lo que os plazca! Dejad en paz a esa chica! —
La chica sin se mantenía con una actitud típica de un gato arrinconado. Uno de éstos individuos hizo caso omiso a lo dicho por el rubio, y sacó su mano de nuevo para tomar el bolso. La chica no se dejó mangonear, y sostuvo con todas sus fuerzas. Quedaron ambos forcejeando concienzudamente por el bolso, y de nuevo la chica gritó pidiendo ayuda.
Los guantes del chico se iluminaron, y una leve corriente eléctrica comenzó a circular por sus puños. Su cejo se frunció a mas no poder, y su mirada se clavó concretamente en el chico que intentaba quitar el bolso a la chica. Sin embargo, el grupo no parecía decidido a cooperar. El primero de éstos, se adelantó incluso un poco mas.
— No tenemos miedo de un par de aprendices.... no seremos machos, pero somos muchos... — Se burló el chico.
— Pues no se hable mas... —
El rubio adelantó ambas manos, y de éstas surgió un chorro de electricidad que se abalanzó sin contemplaciones hacia el frente del grupo. El chispazo fue pequeño y escandaloso, y lo mejor fue el que acertó en al menos cinco de éstos individuos. Se alzaron la mayoría ipso facto, y comenzaron a correr hacia el par de chicos.
3 o 4 de ellos se dirigían a Juro, evidentemente, aunque el no hubiera empezado el jaleo, estaba al lado del que sí. Entre tanto, la chica seguía forcejeando con el ladronzuelo.
Sorprendentemente, ninguno captó el propósito de esas palabras. Incluso alguno empezó a reír. El rubio miró a su compañero, se encogió de hombros, y volvió a mirar a ese grupo. La chica tomó un bolso de manos del mas cercano de los acosadores, y se retiró rápidamente contra el abismo, concretamente con el trozo de muro que daba apoyo lateral al puente. El que tenía el bolso hizo amago de volver a tomarlo, pero un segundo canalla le tomó del hombro, haciéndole ver que el problema estaba en su flanco.
— Tios, ¿que vais de héroes? ¿Acaso no sabéis donde estáis? ESTO es territorio de los Pumas Negros, iros de aquí si no queréis problemas! — Proclamó rápido uno de los jóvenes.
A ésto, un segundo se adelantó de entre la muchedumbre, y dejó bien claro el porqué pensaban hacer lo que les diese la gana. — Nadie vigila éste sitio ahora! Podéis gritar todo lo que queráis, lo tenemos bajo control! ¿Veis? —
Con esas palabras, el chico quedó indicando un lugar lejano, tras una de las montañas. Una flamígera luz parpadeaba constantemente, y un grueso tabique de humo negro comenzaba a florecer en el cielo. Evidentemente se trataba de un incendio, y parte de ésta gente, o quizás otros que estaban compinchados a éstos, lo habían provocado.
"Dios... estos tipos se han colado tela... ¿y todo por un bolso? ¿O será por la chica? ¿O quizás solo querían este sitio libre por otro motivos...?"
Numerosos pensamientos nublaron la mente del rubio por un instante, mas casi alocado, el chico alzó sus puños. Mostró al grupo sus guantes, éstos bien apretados, cerrando sus puños en una clara posición de defensa. Posicionado, miró hacia su lado, al chico de Uzu. No tardó en volver la vista hacia sus presas.
— Estáis locos si pretendéis hacer lo que os plazca! Dejad en paz a esa chica! —
La chica sin se mantenía con una actitud típica de un gato arrinconado. Uno de éstos individuos hizo caso omiso a lo dicho por el rubio, y sacó su mano de nuevo para tomar el bolso. La chica no se dejó mangonear, y sostuvo con todas sus fuerzas. Quedaron ambos forcejeando concienzudamente por el bolso, y de nuevo la chica gritó pidiendo ayuda.
Los guantes del chico se iluminaron, y una leve corriente eléctrica comenzó a circular por sus puños. Su cejo se frunció a mas no poder, y su mirada se clavó concretamente en el chico que intentaba quitar el bolso a la chica. Sin embargo, el grupo no parecía decidido a cooperar. El primero de éstos, se adelantó incluso un poco mas.
— No tenemos miedo de un par de aprendices.... no seremos machos, pero somos muchos... — Se burló el chico.
— Pues no se hable mas... —
El rubio adelantó ambas manos, y de éstas surgió un chorro de electricidad que se abalanzó sin contemplaciones hacia el frente del grupo. El chispazo fue pequeño y escandaloso, y lo mejor fue el que acertó en al menos cinco de éstos individuos. Se alzaron la mayoría ipso facto, y comenzaron a correr hacia el par de chicos.
3 o 4 de ellos se dirigían a Juro, evidentemente, aunque el no hubiera empezado el jaleo, estaba al lado del que sí. Entre tanto, la chica seguía forcejeando con el ladronzuelo.