1/09/2017, 19:40
Las palabras de Zoku confirmaban —una vez más— las sospechas de Datsue: o le apoyaban o morían. No había tercera opción, no había otra salida. Tampoco se molestó en buscarla. Él era cómo era, y en una situación límite como aquella, no iba a cambiar. La supervivencia era lo primero, lo segundo y lo tercero en su lista de prioridades. Luego ya venía todo lo demás…
«Y ahora, ¿qué? Fingiremos no saber nada frente a Gouna hasta que… ¿hasta que se alce contra ella? Joder, me da que voy a meter la pata nada más verla»
Como si Zoku pudiese leerle la mente, respondió a su pregunta sin necesidad siquiera de formularla. Una respuesta que le pilló a contrapié, le desencajó la mandíbula y le hizo abrir los ojos como platos. Sintió el frío en las entrañas mientras la revelación cobraba sentido en su cabeza. Uzumaki Gouna…
… muerta.
Le parecía tan imposible como cuando le dieron la noticia de que Shiona había fallecido. Pero allí estaba Zoku, con expresión pétrea y sin el más mínimo asomo de duda en sus facciones, asegurándolo. La había asesinado con un veneno, y el Uchiha se juró a sí mismo, desde aquel mismo instante hasta el fin de sus días, que no volvería a probar bocado de comida ajena. Y mucho menos si provenía de él.
La revelación, lejos de quedar ahí, se agrandó. La muerte de Gouna sería aprovechada para inventarse una conspiración por parte de Amegakure, en una jugada maestra como pocas veces se había visto a lo largo de la historia de Oonindo. Amegakure, por su parte, pensaría que Kenzou era el responsable, en una maniobra para culparles. Desde el punto de vista militar era, sencillamente, perfecto.
Datsue le miró con una mezcla de emociones difíciles de descifrar. En parte con admiración, porque aquel hombre estaba demostrando ser un genio que iba siempre dos pasos por delante que el resto. En parte con miedo, porque dudaba que fuese el tipo de Kage comprensivo si descubría como uno de sus Gennins se lucraba con pequeños negocios de dudosa reputación. Y en parte, sencillamente, con confusión. ¿Se alegraba realmente del cambio de sombrero?
Akame le dio la respuesta: no importaba. No, al menos, en aquel momento. Lo único que importaba ahora era…
—¡Uzushiogakure no Sato es mi hogar! Mi lealtad siempre estará con la Aldea. A sus órdenes, Uzumaki Zoku-dono.
… quedar bien.
—No creo que haya Gennin que haya demostrado más que yo estar de su parte, aun cuando los tiempos para demostrarlo eran peligrosos y se le daba por muerto —hincó la rodilla e inclinó la cabeza—. A sus órdenes, Uzumaki Zoku-sama, ¡y larga vida a Uzushiogakure no Sato!
Una repentina ráfaga se llevó sus últimas palabras, arrastrándolas entre las hojas de los árboles. El viento siguió su curso, ajeno a la política, las conspiraciones y la traición. Se coló entre los huecos de las ramas, provocó susurros prohibidos en las hojas de otoño y finalmente acarició la calma superficie de un lago. Un lago con un pequeño monumento en el centro, en cuya piedra, tallada con letra arcaica, se podía leer:
Se oyó un crujido. La superficie del lago pareció vibrar por unos instantes... y luego, nada. Absolutamente nada, salvo que ahora una grieta cruzaba la última palabra de la inscripción, labrada de forma tosca por un ameriense tras la bendición de un uzureño. El único uzureño que hubiese podido hacer tal bendición. El mismo uzureño que ahora juraba lealtad a Zoku...
«Y ahora, ¿qué? Fingiremos no saber nada frente a Gouna hasta que… ¿hasta que se alce contra ella? Joder, me da que voy a meter la pata nada más verla»
Como si Zoku pudiese leerle la mente, respondió a su pregunta sin necesidad siquiera de formularla. Una respuesta que le pilló a contrapié, le desencajó la mandíbula y le hizo abrir los ojos como platos. Sintió el frío en las entrañas mientras la revelación cobraba sentido en su cabeza. Uzumaki Gouna…
… muerta.
Le parecía tan imposible como cuando le dieron la noticia de que Shiona había fallecido. Pero allí estaba Zoku, con expresión pétrea y sin el más mínimo asomo de duda en sus facciones, asegurándolo. La había asesinado con un veneno, y el Uchiha se juró a sí mismo, desde aquel mismo instante hasta el fin de sus días, que no volvería a probar bocado de comida ajena. Y mucho menos si provenía de él.
La revelación, lejos de quedar ahí, se agrandó. La muerte de Gouna sería aprovechada para inventarse una conspiración por parte de Amegakure, en una jugada maestra como pocas veces se había visto a lo largo de la historia de Oonindo. Amegakure, por su parte, pensaría que Kenzou era el responsable, en una maniobra para culparles. Desde el punto de vista militar era, sencillamente, perfecto.
Datsue le miró con una mezcla de emociones difíciles de descifrar. En parte con admiración, porque aquel hombre estaba demostrando ser un genio que iba siempre dos pasos por delante que el resto. En parte con miedo, porque dudaba que fuese el tipo de Kage comprensivo si descubría como uno de sus Gennins se lucraba con pequeños negocios de dudosa reputación. Y en parte, sencillamente, con confusión. ¿Se alegraba realmente del cambio de sombrero?
Akame le dio la respuesta: no importaba. No, al menos, en aquel momento. Lo único que importaba ahora era…
—¡Uzushiogakure no Sato es mi hogar! Mi lealtad siempre estará con la Aldea. A sus órdenes, Uzumaki Zoku-dono.
… quedar bien.
—No creo que haya Gennin que haya demostrado más que yo estar de su parte, aun cuando los tiempos para demostrarlo eran peligrosos y se le daba por muerto —hincó la rodilla e inclinó la cabeza—. A sus órdenes, Uzumaki Zoku-sama, ¡y larga vida a Uzushiogakure no Sato!
Una repentina ráfaga se llevó sus últimas palabras, arrastrándolas entre las hojas de los árboles. El viento siguió su curso, ajeno a la política, las conspiraciones y la traición. Se coló entre los huecos de las ramas, provocó susurros prohibidos en las hojas de otoño y finalmente acarició la calma superficie de un lago. Un lago con un pequeño monumento en el centro, en cuya piedra, tallada con letra arcaica, se podía leer:
En memoria de Uchiha Haskoz
Se oyó un crujido. La superficie del lago pareció vibrar por unos instantes... y luego, nada. Absolutamente nada, salvo que ahora una grieta cruzaba la última palabra de la inscripción, labrada de forma tosca por un ameriense tras la bendición de un uzureño. El único uzureño que hubiese podido hacer tal bendición. El mismo uzureño que ahora juraba lealtad a Zoku...
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado