2/09/2017, 03:49
Era de esperar lo obvio, que aquel pelirrojo bastante odiable no moviera un pelo al entrar a un lugar sagrado como lo es un cementerio. Ningún saludo, ningún permiso, simplemente ambos pies adentro y a andar sin problema alguno por sobre el cuerpo de los muertos, al menos el morocho había seguido sus pasos. Le costaba entender, debido a su educación, como alguien podía hacer las cosas que hacía aquel hombre que le había clavado un kunai en el estómago.
«Esto es bastante más tétrico que el cementerio de los Tenshi lleno de luz, pájaros y flores»
Karamaru recordaba en su caminata por aquel recinto el evento tras la defunción de un miembro de su templo, donde cada una de las cuatro familias lo llevaba por su cuenta y cada una realizaba ritos diferentes. Los Tenshi tenían su hermoso cementerio lleno de lápidas, animales y vistas verdes donde se mantenía aquel espíritu de naturaleza. Recordaba como los Sao llevaban los cuerpos hasta el mar para soltarlos y enviarlos a las profundidades, y como los Hashima subían las altas torres para depositar los cuerpos en ataúdes de piedra. El más llamativo a la vista era por supuesto el de su familia, los Habaki dominadores de la electricidad, que electrificaban a los muertos hasta el punto de incinerarlos para guardar sus cenizas en el templo central del ala en donde vivían.
Los del exterior enterraban como los Tenshi, guardaban en ataúdes como los Hashima, e incluso llegaban a incinerar como los Habaki. Era en cosas así cuando Karamaru se daba cuenta que no eran tan diferentes después de todo, que quedaba claro que en los albores de la fundación del templo sus miembros traían consigo costumbres de lo que ahora se consideraba el mundo exterior.
Esos pensamientos lo llevaron a caminar sin pensar, a que el paso del tiempo fuese más rápido para él que la realidad, y llegase a lugares más lejos de lo que podía esperar. Claramente, si ni siquiera controlaba su camino, menos aún controlaba las acciones y las palabras posibles que pudiesen realizar sus compañeros de viaje.
«Esto es bastante más tétrico que el cementerio de los Tenshi lleno de luz, pájaros y flores»
Karamaru recordaba en su caminata por aquel recinto el evento tras la defunción de un miembro de su templo, donde cada una de las cuatro familias lo llevaba por su cuenta y cada una realizaba ritos diferentes. Los Tenshi tenían su hermoso cementerio lleno de lápidas, animales y vistas verdes donde se mantenía aquel espíritu de naturaleza. Recordaba como los Sao llevaban los cuerpos hasta el mar para soltarlos y enviarlos a las profundidades, y como los Hashima subían las altas torres para depositar los cuerpos en ataúdes de piedra. El más llamativo a la vista era por supuesto el de su familia, los Habaki dominadores de la electricidad, que electrificaban a los muertos hasta el punto de incinerarlos para guardar sus cenizas en el templo central del ala en donde vivían.
Los del exterior enterraban como los Tenshi, guardaban en ataúdes como los Hashima, e incluso llegaban a incinerar como los Habaki. Era en cosas así cuando Karamaru se daba cuenta que no eran tan diferentes después de todo, que quedaba claro que en los albores de la fundación del templo sus miembros traían consigo costumbres de lo que ahora se consideraba el mundo exterior.
Esos pensamientos lo llevaron a caminar sin pensar, a que el paso del tiempo fuese más rápido para él que la realidad, y llegase a lugares más lejos de lo que podía esperar. Claramente, si ni siquiera controlaba su camino, menos aún controlaba las acciones y las palabras posibles que pudiesen realizar sus compañeros de viaje.
"El miedo es el camino al lado oscuro. El miedo lleva a la ira, la ira al odio, el odio al sufrimiento, y el sufrimiento al lado oscuro"
-Maestro Yoda.
◘ Hablo ◘ Pienso ◘
-Maestro Yoda.
◘ Hablo ◘ Pienso ◘