3/09/2017, 19:42
—Estoy abierto a nuevas aventuras jeje y está será una de ellas.— Abrío la puerta y se hizo a un lado. —Pasa, me termino de vestir en algunos minutos y podremos bajar a desayunar, bueno ya veremos sí vamos primero a la tundra o a donde... ¿Shinda?.— Pregunto para ver si sus oídos no le habían traicionado.
El Hakagurē entro y se sentó a esperar pacientemente a que Keisuke terminase de conseguir las prendas adecuadas para el recorrido al cual le estaban invitando.
—Para mí también será algo completamente nuevo —admitió con un sutil tono de entusiasmo—: Se lo que se siente recorrer la verde pradera a lomos de un caballo, pero no me imagino como se sentirá el cruzar la tundra helada montando un ciervo.
Kōtetsu espero a que Inoue se ataviara como era debido, para luego bajar y llevarle hasta el comedor, donde podrían disfrutar de un abundante y energético desayuno. El peliblanco apenas si dijo palabra alguna mientras engullía una buena ración de panqueques, unas tortas gruesas y esponjosas que estaban adornadas con una delicada corona de mantequilla dorada y con una vasta capa de jarabe ambarino. Acompaño aquello con unas cuantas tiras de tocino crujiente, unos perfectos huevos estrellados y un café con leche tan espumosamente ligero como vigorizante.
Abandonaron el comedor para luego dirigirse hacia la dirección indicada por el Sarutobi, una especie de caballeriza localizada en las inmediaciones del pueblo. Mientras buscaban al que debía de ser el encargado, pudieron notar la variedad de criaturas que allí descansaban: no solo había renos y especie similares, sino que también había caballos con largas y densas crines, bueyes enormes y lanudos y variedad de perros destinados a trabajar como cazadores, guías y animales de tiro. Finalmente, y luego de preguntar a cada persona que encontraban, localizaron al encargado de los siervos, un sujeto de mediana edad jorobado y tuerto.
No paso más de una hora hasta que finalmente estuvieron en una fría colina a las afueras del pueblo. El sol brillaba con fuerza en un cielo despejado, haciendo que aquel blanco que se extendía infinitamente refulgiera maravillosamente. Allí esperaron a quien traería sus monturas, que llego al poco tiempo, tirando de las riendas a dos enormes criaturas astadas.
—Son bastante diferentes de cómo me las imaginaba —admitió—. Son considerablemente más grandes de cómo se ven en los libros ilustrados.
Mientras ambos ciervos esperaban, dejando escapar densas y cálidas nubecillas de sus hocicos. El encargado de los mismos les explico que eran animales pesados pero bastante agiles, con pezuñas que se abrían para tener mayor superficie y evitar así el hundirse en la nieve. Mientras el de ojos grises se acercaba a uno de ellos para sentir de cerca la suave y gruesa piel que les protegía, les aclaro que entre las especies que cuidaba aquella era conocida como reno. El resto eran detalles simples: Se comandaban de la misma forma que un caballo, había que tener cuidado con las astas y otro montón de cosas a las cuales no presto mucha atención.
—¿Estás listo para esto, Keisuke-san? —pregunto mientras que en su rostro se formaba una media sonrisa.
Y así, las monturas yacían listas y a la espera de ser abordadas y guiadas.
El Hakagurē entro y se sentó a esperar pacientemente a que Keisuke terminase de conseguir las prendas adecuadas para el recorrido al cual le estaban invitando.
—Para mí también será algo completamente nuevo —admitió con un sutil tono de entusiasmo—: Se lo que se siente recorrer la verde pradera a lomos de un caballo, pero no me imagino como se sentirá el cruzar la tundra helada montando un ciervo.
Kōtetsu espero a que Inoue se ataviara como era debido, para luego bajar y llevarle hasta el comedor, donde podrían disfrutar de un abundante y energético desayuno. El peliblanco apenas si dijo palabra alguna mientras engullía una buena ración de panqueques, unas tortas gruesas y esponjosas que estaban adornadas con una delicada corona de mantequilla dorada y con una vasta capa de jarabe ambarino. Acompaño aquello con unas cuantas tiras de tocino crujiente, unos perfectos huevos estrellados y un café con leche tan espumosamente ligero como vigorizante.
Abandonaron el comedor para luego dirigirse hacia la dirección indicada por el Sarutobi, una especie de caballeriza localizada en las inmediaciones del pueblo. Mientras buscaban al que debía de ser el encargado, pudieron notar la variedad de criaturas que allí descansaban: no solo había renos y especie similares, sino que también había caballos con largas y densas crines, bueyes enormes y lanudos y variedad de perros destinados a trabajar como cazadores, guías y animales de tiro. Finalmente, y luego de preguntar a cada persona que encontraban, localizaron al encargado de los siervos, un sujeto de mediana edad jorobado y tuerto.
No paso más de una hora hasta que finalmente estuvieron en una fría colina a las afueras del pueblo. El sol brillaba con fuerza en un cielo despejado, haciendo que aquel blanco que se extendía infinitamente refulgiera maravillosamente. Allí esperaron a quien traería sus monturas, que llego al poco tiempo, tirando de las riendas a dos enormes criaturas astadas.
—Son bastante diferentes de cómo me las imaginaba —admitió—. Son considerablemente más grandes de cómo se ven en los libros ilustrados.
Mientras ambos ciervos esperaban, dejando escapar densas y cálidas nubecillas de sus hocicos. El encargado de los mismos les explico que eran animales pesados pero bastante agiles, con pezuñas que se abrían para tener mayor superficie y evitar así el hundirse en la nieve. Mientras el de ojos grises se acercaba a uno de ellos para sentir de cerca la suave y gruesa piel que les protegía, les aclaro que entre las especies que cuidaba aquella era conocida como reno. El resto eran detalles simples: Se comandaban de la misma forma que un caballo, había que tener cuidado con las astas y otro montón de cosas a las cuales no presto mucha atención.
—¿Estás listo para esto, Keisuke-san? —pregunto mientras que en su rostro se formaba una media sonrisa.
Y así, las monturas yacían listas y a la espera de ser abordadas y guiadas.