8/09/2017, 12:14
Cuando Mogura liberó aquél pastel de fresa, Shanise no pudo evitar clavar la mirada sobre él durante unos largos diez segundos. Enarcó una ceja.
—Manase Mogura, eres un médico con recursos —concedió—. Ayame, tienes que trabajar en esa fobia. Sé que no es fácil... Pero, bueno. Ya lo sabes. No te disculpes por lo que ha sucedido y mira hacia adelante.
La mujer cogió también un trozo de pastel y así, en silencio, los tres empezaron a degustar un postre muy poco nutritivo pero muy rico a modo de cena, y antes de cualquier tipo de cena. Aquello habría sido desaconsejable por nueve de cada diez médicos, pero el décimo médico estaba sentado atiborrándose de pastel junto a ellos, de modo que no había problema alguno.
—Bien, chicos —dijo al cabo de un tiempo la jounin—. Entiendo que estáis preocupados por la situación en general, pero aquí no tenéis nada que temer. Estamos en una sección interior secreta del palacio del señor feudal. —Señaló al gran portón arriba de las escaleras, como diciendo "se va por ahí"—. Esa puerta es bastante ornamental. Detrás sólo hay un viejo almacén de palacio, pero en realidad es nuestro pasaporte para defender al Señor cuando estamos en Shinogi-To.
»No tengáis miedo. Aquí no os va a pasar nada. De hecho, ¡es el único sitio de Oonindo en el que me puedo permitir estar tranquila toda la noche sin mi respirador!
Se señaló a la máscara de metal que ahora llevaba colgando del cuello y sonrió afablemente, con aquellos dientes como sierras.
Los genin terminaron de comer y Shanise se levantó. Les guió por las escaleras del ala este, donde el pasillo que se adentraba hacia el fondo reveló ser como un piso de un hotel, con sus al menos diez puertas y habitaciones. Al fondo se vislumbraba una puerta con barandilla, de emergencia, de color rojo.
—Como os he dicho, no hay nada que temer —insistió—, pero aún así, si tuviéramos que salir, bajo cualquier circunstancia, mejor por esas puertas del final, ¿vale? Dan al tejado de palacio, y de allí podemos salir a la calle y huir rápidamente, escondernos...
»No queremos comprometer al Señor Feudal.
La mujer camino hacia la primera puerta disponible y la abrió.
—Yo dormiré en esta habitación. Vosotros coged las dos contiguas. Mañana saldremos muy temprano, de modo que no hagáis el tonto y dáos un buen sueño, ¿vale? Venga, chicos, hasta mañana...
Las habitaciones podrían haber pertenecido a un rey. Eran muy grandes, con una preciosa alfombra granate en el suelo y una cama amplia en la que cabrían dos personas. A la derecha de la habitación, es decir, al lado opuesto de la puerta, había un gran ventanal, y en la pared perpendicular una estantería con un montón de libros. El parqué era de exquisita calidad, y las paredes, de ladrillos rojos. Cada habitación tenía su propia chimenea artificial, que les proporcionaría el calor necesario para un apacible sueño...
—Manase Mogura, eres un médico con recursos —concedió—. Ayame, tienes que trabajar en esa fobia. Sé que no es fácil... Pero, bueno. Ya lo sabes. No te disculpes por lo que ha sucedido y mira hacia adelante.
La mujer cogió también un trozo de pastel y así, en silencio, los tres empezaron a degustar un postre muy poco nutritivo pero muy rico a modo de cena, y antes de cualquier tipo de cena. Aquello habría sido desaconsejable por nueve de cada diez médicos, pero el décimo médico estaba sentado atiborrándose de pastel junto a ellos, de modo que no había problema alguno.
—Bien, chicos —dijo al cabo de un tiempo la jounin—. Entiendo que estáis preocupados por la situación en general, pero aquí no tenéis nada que temer. Estamos en una sección interior secreta del palacio del señor feudal. —Señaló al gran portón arriba de las escaleras, como diciendo "se va por ahí"—. Esa puerta es bastante ornamental. Detrás sólo hay un viejo almacén de palacio, pero en realidad es nuestro pasaporte para defender al Señor cuando estamos en Shinogi-To.
»No tengáis miedo. Aquí no os va a pasar nada. De hecho, ¡es el único sitio de Oonindo en el que me puedo permitir estar tranquila toda la noche sin mi respirador!
Se señaló a la máscara de metal que ahora llevaba colgando del cuello y sonrió afablemente, con aquellos dientes como sierras.
Los genin terminaron de comer y Shanise se levantó. Les guió por las escaleras del ala este, donde el pasillo que se adentraba hacia el fondo reveló ser como un piso de un hotel, con sus al menos diez puertas y habitaciones. Al fondo se vislumbraba una puerta con barandilla, de emergencia, de color rojo.
—Como os he dicho, no hay nada que temer —insistió—, pero aún así, si tuviéramos que salir, bajo cualquier circunstancia, mejor por esas puertas del final, ¿vale? Dan al tejado de palacio, y de allí podemos salir a la calle y huir rápidamente, escondernos...
»No queremos comprometer al Señor Feudal.
La mujer camino hacia la primera puerta disponible y la abrió.
—Yo dormiré en esta habitación. Vosotros coged las dos contiguas. Mañana saldremos muy temprano, de modo que no hagáis el tonto y dáos un buen sueño, ¿vale? Venga, chicos, hasta mañana...
Las habitaciones podrían haber pertenecido a un rey. Eran muy grandes, con una preciosa alfombra granate en el suelo y una cama amplia en la que cabrían dos personas. A la derecha de la habitación, es decir, al lado opuesto de la puerta, había un gran ventanal, y en la pared perpendicular una estantería con un montón de libros. El parqué era de exquisita calidad, y las paredes, de ladrillos rojos. Cada habitación tenía su propia chimenea artificial, que les proporcionaría el calor necesario para un apacible sueño...
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