17/07/2015, 16:40
Después de propinarle todos los insultos que se me ocurrieron en el momento, Masa se quedó sin argumentos para responderme, no fue capaz de contestar a la evidencia que me daba la razón con rotundidad. Un payaso en cuerpo y alma que se las daba de gracioso, a la par que se creía tener la razón absoluta y verdadera, llamando a aquellos con los que disentía idiotas a la cara.
"Que vida más efímera tendrás, como mi arte, sin duda"
Toda esta discusión sirvió para que el anciano se encaramara hacía todos los presentes. Tendría una gran experiencia en su singular especialidad, pero era preciso que su atención al verse situada en dos combates, fuera un poco más limitada de que lo sería costumbre en él, y eso era algo que podríamos usar en nuestro favor.
"Bien, que empiece la función"
El abuelo Kusagakuriano movió ficha en ambos encuentros, pude ver fugazmente por el rabillo del ojo, como las marionetas que se enfrentaban a los shinobis de Uzu se movían, al igual que las arañas que me acechaban. Como es normal a partir de ese momento, me centré en mis marionetas, no podía darme el lujo de despistarme. Una araña se lanzó violentamente hacía mí, mientras que la otra abrió un compartimento, mostrando un especie de tubo, que tras oír como se activaba un especie de mecanismo de engranajes, trató de dispararme un extraño icor a la altura de mis pies.
"Hmm, esto no ha salido como pensaba"
No debió de creerse el viejales que me quedaría aquí sentado mientras aniquilaba a los otros dos shinobis. Había subestimado deliberadamente la inteligencia del abuelo. Pero tenía una cosa clara, no se lo iba a poner nada fácil.
"Que osadía querer acabar con la vida de tres jóvenes, suficiente motivación para querer darle una paliza... y de las buenas"
Salté con gracia de la silla donde me hallaba sentado en el último momento, la araña que se abalanzó sobre mí, solo encontró la silla que se enredó en dos de sus ocho patas. Antes de pisar el suelo, liberé hacía a cada araña, las bombas que había preparado cuando amenacé al abuelo con autodestruirme. Con una mano hice el sello de la serpiente y dije con enfado y determinación.
-¡¡¡KATSU!!!. Tras mi orden un destello sucedió un fuerte estruendo, acompañado de humo y fuego, estallaron ambas bombas en el acto. Pero había algo más, dejé sobre la silla adheridas otras dos bombas que preparé cuando traté de marcharme cuando apareció el último de los unicornios, antes de que desapareciera la pared que mostró la habitación en donde ahora nos encontrábamos, y que coloqué justo cuando me senté. Eso provocó que las bombas que accioné, estallaran en cadena y dejara fuera de combate la marioneta que se abalanzó sobre mí, saltando trozos de metal y y astillas de madera por todas partes.
"No se, pero me da que el abuelo se enfadará por haberle roto uno de sus juguetes"
Me resultó terriblemente gracioso, que el viejo pensara que podría detenerme con esa basura de marionetas. -Rindete abuelo, o te quedarás sin casa, sin marionetas...y sin nada de nada. Volvamos a Kusagakure y aquí no habrá pasado nada. Traté de convencerlo sin tener ni idea de si daría resultado.
A continuación, introduje nuevamente mis manos en mis portaobjetos, y volví a cargar mis bocas con arcilla. Me quedé de pie en guardia, a que el enemigo moviera primero y contrarrestar su ofensiva con la mía, que era mucho mayor y devastadora.
-¿Y bien? Insití.
"Que vida más efímera tendrás, como mi arte, sin duda"
Toda esta discusión sirvió para que el anciano se encaramara hacía todos los presentes. Tendría una gran experiencia en su singular especialidad, pero era preciso que su atención al verse situada en dos combates, fuera un poco más limitada de que lo sería costumbre en él, y eso era algo que podríamos usar en nuestro favor.
"Bien, que empiece la función"
El abuelo Kusagakuriano movió ficha en ambos encuentros, pude ver fugazmente por el rabillo del ojo, como las marionetas que se enfrentaban a los shinobis de Uzu se movían, al igual que las arañas que me acechaban. Como es normal a partir de ese momento, me centré en mis marionetas, no podía darme el lujo de despistarme. Una araña se lanzó violentamente hacía mí, mientras que la otra abrió un compartimento, mostrando un especie de tubo, que tras oír como se activaba un especie de mecanismo de engranajes, trató de dispararme un extraño icor a la altura de mis pies.
"Hmm, esto no ha salido como pensaba"
No debió de creerse el viejales que me quedaría aquí sentado mientras aniquilaba a los otros dos shinobis. Había subestimado deliberadamente la inteligencia del abuelo. Pero tenía una cosa clara, no se lo iba a poner nada fácil.
"Que osadía querer acabar con la vida de tres jóvenes, suficiente motivación para querer darle una paliza... y de las buenas"
Salté con gracia de la silla donde me hallaba sentado en el último momento, la araña que se abalanzó sobre mí, solo encontró la silla que se enredó en dos de sus ocho patas. Antes de pisar el suelo, liberé hacía a cada araña, las bombas que había preparado cuando amenacé al abuelo con autodestruirme. Con una mano hice el sello de la serpiente y dije con enfado y determinación.
-¡¡¡KATSU!!!. Tras mi orden un destello sucedió un fuerte estruendo, acompañado de humo y fuego, estallaron ambas bombas en el acto. Pero había algo más, dejé sobre la silla adheridas otras dos bombas que preparé cuando traté de marcharme cuando apareció el último de los unicornios, antes de que desapareciera la pared que mostró la habitación en donde ahora nos encontrábamos, y que coloqué justo cuando me senté. Eso provocó que las bombas que accioné, estallaran en cadena y dejara fuera de combate la marioneta que se abalanzó sobre mí, saltando trozos de metal y y astillas de madera por todas partes.
"No se, pero me da que el abuelo se enfadará por haberle roto uno de sus juguetes"
Me resultó terriblemente gracioso, que el viejo pensara que podría detenerme con esa basura de marionetas. -Rindete abuelo, o te quedarás sin casa, sin marionetas...y sin nada de nada. Volvamos a Kusagakure y aquí no habrá pasado nada. Traté de convencerlo sin tener ni idea de si daría resultado.
A continuación, introduje nuevamente mis manos en mis portaobjetos, y volví a cargar mis bocas con arcilla. Me quedé de pie en guardia, a que el enemigo moviera primero y contrarrestar su ofensiva con la mía, que era mucho mayor y devastadora.
-¿Y bien? Insití.