9/09/2017, 19:26
—¿El hilo...? —preguntó Shanise, alzando una ceja.
Y fue entonces cuando a Ayame se le cayó el alma a los pies. Lo había sospechado en el momento en el que la jonin había lanzado aquel comentario sobre su respirador y cuando le había arrojado una capa diferente a la que había llevado en su viaje hasta allí... Pero aquello era la gota que colmaba el vaso.
Aquella mujer no era Shanise.
Como el presagio de la inminente catástrofe, el cielo había dejado de llorar sobre Shonogi-To, y el viento se llevó las nubes, dejando a la vista una resplandeciente luna menguante que parecía sonreírle con sorna desde el cielo.
Algo la agarró con fuerza del hombro, pero antes de que pudiera utilizar el Suika para zafarse, sus pies se separaron del suelo y una colosal esfera de agua la atrapó en su seno.
«Este agua... es muy pesada...» Pensó Ayame, al darse cuenta de que la densidad del agua apenas le dejaba espacio para moverse.
Podría haberse transformado para evitar ahogarse, pero por el momento se limitó a aguantar la respiración y se esforzó en dirigir sus ojos hacia el frente. Allí ya no la esperaba Shanise, sino un joven de cabellos castaños que vestía con ropas oscuras, botas y guantes que dejaban a la vista sus dedos.
—Buenas noches, señorita —le oyó decir, y su voz sonó embotada a través de la pared de agua. El hombre hizo una pronunciada y elegante reverencia y la luna arrancó destellos plateados al filo de la wakizashi que sostenía en su mano diestra—. Mi nombre es Hōzuki Marun, es todo un gusto que, al fin, nos encontremos cara a cara.
«Mierda... ¡Mierda! ¡MIERDA!»
Marun se acercó un solo paso y Ayame, aterrada, trató retroceder. El agua que la aprisionaba, por supuesto, se lo impidió.
¿Pero cómo? ¿Cómo la habían encontrado? ¿Cómo había traspasado las defensas del laberinto y del castillo? ¡¿Y por qué no se había dado cuenta antes?!
—Ayame, ¿cuándo vas a dejar de perder el tiempo con ellos? Con la aldea, con tu padre... No hacen más que subestimarte. En lugar de enseñarte a ser fuerte, no hacen más que esconderte del mundo. ¿Por qué tenemos que buscarte? ¿Por qué no vienes con nosotros?
»Los Kajitsu Houzuki son tu mejor opción, Ayame-san. ¿Has visto? —dijo, extendiendo los brazos, y sonriendo afable—. Te he capturado, yo solito. Un simple chunin, derrotando a las precauciones de una consejera paranoica que no puede jamás dejar de vestir ese respirador por si la envenenan. ¡Yo solito! Esta es la fuerza que los Kajitsu podemos darte, Ayame, la fuerza de un depredador. Y esta... —La señaló, desdeñándola—. Es la fuerza que sólo podrían darte unas presas como ellas. Yui se cree muy fuerte, pero es una blanda...
El Hōzuki soltó una risilla, y la apuntó directamente con el filo de la katana.
—Mírate, Ayame-san. Estás atada. ¡Eres el agua, y estás atada, jajaja! ¡Y ahora ni siquiera unos grititos de auxilio podrían salvarte allá dentro!
Aquellas palabras se clavaron en los oídos y Ayame clavó sus ojos airados en Marun con toda la rabia que fue capaz de proyectar hacia él.
—Ven con nosotros, Ayame. Te entrenaremos. Dejarás de ser una debilucha. ¿Qué me dices?
No podía hablar para responderle, pero aunque le resultaba difícil aún podía moverse. Por eso, su respuesta fue clara y concisa: sus manos se juntaron y formaron el sello de la serpiente y el dragón. De manera instantánea, el agua se arremolinó tras su espalda y formaron cuatro agujas que se alargaron buscando el cuerpo de aquel que la había apresado con anterioridad con el objetivo de atravesarle de parte a parte o, al menos, que la dejara libre.
—Nunca —contestaría, en caso de conseguirlo.
PV:–
CK:–
Y fue entonces cuando a Ayame se le cayó el alma a los pies. Lo había sospechado en el momento en el que la jonin había lanzado aquel comentario sobre su respirador y cuando le había arrojado una capa diferente a la que había llevado en su viaje hasta allí... Pero aquello era la gota que colmaba el vaso.
Aquella mujer no era Shanise.
Como el presagio de la inminente catástrofe, el cielo había dejado de llorar sobre Shonogi-To, y el viento se llevó las nubes, dejando a la vista una resplandeciente luna menguante que parecía sonreírle con sorna desde el cielo.
Algo la agarró con fuerza del hombro, pero antes de que pudiera utilizar el Suika para zafarse, sus pies se separaron del suelo y una colosal esfera de agua la atrapó en su seno.
«Este agua... es muy pesada...» Pensó Ayame, al darse cuenta de que la densidad del agua apenas le dejaba espacio para moverse.
Podría haberse transformado para evitar ahogarse, pero por el momento se limitó a aguantar la respiración y se esforzó en dirigir sus ojos hacia el frente. Allí ya no la esperaba Shanise, sino un joven de cabellos castaños que vestía con ropas oscuras, botas y guantes que dejaban a la vista sus dedos.
—Buenas noches, señorita —le oyó decir, y su voz sonó embotada a través de la pared de agua. El hombre hizo una pronunciada y elegante reverencia y la luna arrancó destellos plateados al filo de la wakizashi que sostenía en su mano diestra—. Mi nombre es Hōzuki Marun, es todo un gusto que, al fin, nos encontremos cara a cara.
«Mierda... ¡Mierda! ¡MIERDA!»
Marun se acercó un solo paso y Ayame, aterrada, trató retroceder. El agua que la aprisionaba, por supuesto, se lo impidió.
¿Pero cómo? ¿Cómo la habían encontrado? ¿Cómo había traspasado las defensas del laberinto y del castillo? ¡¿Y por qué no se había dado cuenta antes?!
—Ayame, ¿cuándo vas a dejar de perder el tiempo con ellos? Con la aldea, con tu padre... No hacen más que subestimarte. En lugar de enseñarte a ser fuerte, no hacen más que esconderte del mundo. ¿Por qué tenemos que buscarte? ¿Por qué no vienes con nosotros?
»Los Kajitsu Houzuki son tu mejor opción, Ayame-san. ¿Has visto? —dijo, extendiendo los brazos, y sonriendo afable—. Te he capturado, yo solito. Un simple chunin, derrotando a las precauciones de una consejera paranoica que no puede jamás dejar de vestir ese respirador por si la envenenan. ¡Yo solito! Esta es la fuerza que los Kajitsu podemos darte, Ayame, la fuerza de un depredador. Y esta... —La señaló, desdeñándola—. Es la fuerza que sólo podrían darte unas presas como ellas. Yui se cree muy fuerte, pero es una blanda...
El Hōzuki soltó una risilla, y la apuntó directamente con el filo de la katana.
—Mírate, Ayame-san. Estás atada. ¡Eres el agua, y estás atada, jajaja! ¡Y ahora ni siquiera unos grititos de auxilio podrían salvarte allá dentro!
Aquellas palabras se clavaron en los oídos y Ayame clavó sus ojos airados en Marun con toda la rabia que fue capaz de proyectar hacia él.
—Ven con nosotros, Ayame. Te entrenaremos. Dejarás de ser una debilucha. ¿Qué me dices?
No podía hablar para responderle, pero aunque le resultaba difícil aún podía moverse. Por eso, su respuesta fue clara y concisa: sus manos se juntaron y formaron el sello de la serpiente y el dragón. De manera instantánea, el agua se arremolinó tras su espalda y formaron cuatro agujas que se alargaron buscando el cuerpo de aquel que la había apresado con anterioridad con el objetivo de atravesarle de parte a parte o, al menos, que la dejara libre.
—Nunca —contestaría, en caso de conseguirlo.
PV:
150/150
CK:
116/140
-24 CK
–