20/07/2015, 12:13
Los guardias clavaron sus ojos con mirada severa sobre nosotros, cuando de repente uno de ellos cambió su semblante, como si hubiera caído en la cuenta de algo, para acto seguido, golpear levente el casco de su compañero con su lanza. -¡Joder Nagato! ¿A caso no te diste cuenta? El otro guardia se sobresaltó por aquel golpe inesperado y exclamó. -¿De qué, cojones? ¡Que susto me has dado Kento! Casi me da algo al corazón. Se quejó.
-¡La niña es una kunoichi, lleva un hitai-ate! Dijo emocionado, mientras señalaba a Eri. El otro guardia se inclinó para ver mejor, usando su mano libre como su de una visera se tratara. -Hmmm, diría que tienes razón. Creo que deberías dejarles pasar...
El otro guardia se puso erguido repentinamente y exclamó. -¡A sus ordenes! En ese mismo instante se giró y dio una orden -¡Abran las puertas! Si señor! Se oyó detrás de la muralla. Al rato se comenzó a oír un mecanismo que sonaba como a cadenas en movimiento, y poco a poco, la puerta se fue abriendo, hasta que quedó de par en par.
-Muy bien, ya podemos pasar. Le dije a Eri mientras me despegaba las ropas mojadas del cuerpo. -Creo que deberíamos ir primero a un hostal o algo. Sugerí
Una vez las puertas se abrieron, pudimos ver el interior de la aldea. Que a pesar de la intensa lluvia, se podía apreciar aquel poblado causaba muy buena impresión. Casas robustas de varias plantas en su mayoría, confeccionadas en piedra con grandes tejados tradicionales japoneses. Calles amplias, muy cuidadas.Todo se veía limpio y ordenado. El agua no se acumulaba por las calles, pues había un sistema de drenaje que desempeñaba muy bien su función.
Una vez dentro de la ciudad, las puertas se cerraron a nuestras espaldas, nos giramos y vimos como habían cuatro guardias custodiando el acceso a la aldea, dos encima de la muralla y dos abajo. Además de que habían bastantes guardias patrullando por el perímetro de la ciudad. Aún estaban a la defensiva a causa de la amenaza de aquellos de afuera.
Alcé la mirada y me pareció ver el letrero de lo que andábamos buscando en una casa de cuatro plantas. -¡Mira hermana! Creo que eso es un hostal, ¿Vayamos, de acuerdo?
-¡La niña es una kunoichi, lleva un hitai-ate! Dijo emocionado, mientras señalaba a Eri. El otro guardia se inclinó para ver mejor, usando su mano libre como su de una visera se tratara. -Hmmm, diría que tienes razón. Creo que deberías dejarles pasar...
El otro guardia se puso erguido repentinamente y exclamó. -¡A sus ordenes! En ese mismo instante se giró y dio una orden -¡Abran las puertas! Si señor! Se oyó detrás de la muralla. Al rato se comenzó a oír un mecanismo que sonaba como a cadenas en movimiento, y poco a poco, la puerta se fue abriendo, hasta que quedó de par en par.
-Muy bien, ya podemos pasar. Le dije a Eri mientras me despegaba las ropas mojadas del cuerpo. -Creo que deberíamos ir primero a un hostal o algo. Sugerí
Una vez las puertas se abrieron, pudimos ver el interior de la aldea. Que a pesar de la intensa lluvia, se podía apreciar aquel poblado causaba muy buena impresión. Casas robustas de varias plantas en su mayoría, confeccionadas en piedra con grandes tejados tradicionales japoneses. Calles amplias, muy cuidadas.Todo se veía limpio y ordenado. El agua no se acumulaba por las calles, pues había un sistema de drenaje que desempeñaba muy bien su función.
Una vez dentro de la ciudad, las puertas se cerraron a nuestras espaldas, nos giramos y vimos como habían cuatro guardias custodiando el acceso a la aldea, dos encima de la muralla y dos abajo. Además de que habían bastantes guardias patrullando por el perímetro de la ciudad. Aún estaban a la defensiva a causa de la amenaza de aquellos de afuera.
Alcé la mirada y me pareció ver el letrero de lo que andábamos buscando en una casa de cuatro plantas. -¡Mira hermana! Creo que eso es un hostal, ¿Vayamos, de acuerdo?