11/09/2017, 01:09
Trataría de concentrarse en el resto de la exposición, ignorando el dolor que aún le provocaba aflicción en sus pobres e inocentes deditos. El maestro continuó con el Enbu, esta vez repitiendo el procedimiento anterior pero con un nuevo material: Una vara de metal, gruesa. Incluso llegó a darle un par de toques al objeto para demostrarles que no era un truco. Además, por el sonido uno podía darse cuenta de su solidez, no era un tubo hueco cualquiera. Y sin embargo, al igual que las cañas, sufrió él mismo destino, siendo partido a la mitad cómo si fuese una simple barra de mantequilla.
"La la~. ¿Qué truco usara este sujeto para que esa cosa sea tan filosa?" En su mente, nació la ilusa idea de qué podría igualarle. Pero la inspiración no le duró mucho al acordarse de la falta de maestro que tenía a su disposición. "Papá no es una opción, es desesperante." Cualquier cosa menos ser entrenado por él, casi empezaba a arrepentirse de fugarse de Kurozuchi. "Aunque no sé que tan prácticas sean las técnicas samurai siendo un ninja, bueno, estarán bien para presumir." No es que fuera demasiado práctico.
Durante los últimos minutos de la presentación, el sensei hizo gala de algunos trucos más. El más llamativo, fue cuando pidió a uno de sus asistentes lanzar una hoja de papel al aire, la cual cortó no en horizontal, tampoco en vertical, sino que la partió en dos al punto de que en vez de una hoja ahora eran dos. El corte fue tan fino, como la translucidez parcial que ahora se podía apreciar en el blanquecino papel. "Joder, eso es precisión y lo demás son tonterías." Estaba convencido que ni en sueños llegaría a ese nivel y maestría con el arma. Sí, tenía espadas, pero no solía dedicarse al Kenjutsu precisamente.
Al finalizar la exposición, no podía ser de otra forma sino con la muestra de respetos hacía el arma. El hombre se sentó, dejando el arma en el suelo, para luego reverenciarla cómo si aquella katana se tratase de una persona. Ante la solemnidad, todo mundo decidió aplaudir. Eran pocas personas, pero la emoción de los presentes fue suficientemente sonoro para demostrar el entusiasmo. Todos menos Kagetsuna, que lo hacía con algo de desgano, sólo para no seguir quedando mal ante todos.
Poco a poco las personas se marcharon del sitio, murmurando con sonrisas y caras de admiración. Por su parte, el pelimorado tenía ganas de curiosear, por lo que no dudó en dirigirse al lugar dónde varias espadas se encontraban reposando.
—Cuidado con no tocar nada.— Se le escuchó decir al sensei, el cual desde su posición le había observado de reojo.
—Hmph.— Volteó a ver Kagetsuna, pues no le gustaba que le achacaran cosas o intenciones que no eran de él. Simplemente se quedó mirando mientras el sensei y sus ayudantes limpiaban el sitio.
"La la~. ¿Qué truco usara este sujeto para que esa cosa sea tan filosa?" En su mente, nació la ilusa idea de qué podría igualarle. Pero la inspiración no le duró mucho al acordarse de la falta de maestro que tenía a su disposición. "Papá no es una opción, es desesperante." Cualquier cosa menos ser entrenado por él, casi empezaba a arrepentirse de fugarse de Kurozuchi. "Aunque no sé que tan prácticas sean las técnicas samurai siendo un ninja, bueno, estarán bien para presumir." No es que fuera demasiado práctico.
Durante los últimos minutos de la presentación, el sensei hizo gala de algunos trucos más. El más llamativo, fue cuando pidió a uno de sus asistentes lanzar una hoja de papel al aire, la cual cortó no en horizontal, tampoco en vertical, sino que la partió en dos al punto de que en vez de una hoja ahora eran dos. El corte fue tan fino, como la translucidez parcial que ahora se podía apreciar en el blanquecino papel. "Joder, eso es precisión y lo demás son tonterías." Estaba convencido que ni en sueños llegaría a ese nivel y maestría con el arma. Sí, tenía espadas, pero no solía dedicarse al Kenjutsu precisamente.
Al finalizar la exposición, no podía ser de otra forma sino con la muestra de respetos hacía el arma. El hombre se sentó, dejando el arma en el suelo, para luego reverenciarla cómo si aquella katana se tratase de una persona. Ante la solemnidad, todo mundo decidió aplaudir. Eran pocas personas, pero la emoción de los presentes fue suficientemente sonoro para demostrar el entusiasmo. Todos menos Kagetsuna, que lo hacía con algo de desgano, sólo para no seguir quedando mal ante todos.
Poco a poco las personas se marcharon del sitio, murmurando con sonrisas y caras de admiración. Por su parte, el pelimorado tenía ganas de curiosear, por lo que no dudó en dirigirse al lugar dónde varias espadas se encontraban reposando.
—Cuidado con no tocar nada.— Se le escuchó decir al sensei, el cual desde su posición le había observado de reojo.
—Hmph.— Volteó a ver Kagetsuna, pues no le gustaba que le achacaran cosas o intenciones que no eran de él. Simplemente se quedó mirando mientras el sensei y sus ayudantes limpiaban el sitio.