11/09/2017, 01:45
El bestial alarido de la kunoichi sería acompañado de una manifestación de puro chakra blanco, uno que Mogura nunca había visto antes y se notaría en sus ojos abiertos como platos. Como efecto de la onda expansiva, un montón de agua salió disparada en dirección al desconocido. Este no tendría oportunidad alguna de defenderse del ataque y terminaría recibiéndolo de lleno. Sin más, caería por el borde del tejado.
—¡Mogura-kun, atiende a Ayame! ¡Está herida!
Ordenó la ANBU mientras se dirigía hacía donde había caído el extraño sujeto. El joven médico llevó su mirada a la muchacha y pudo ver entonces las marcas de las quemaduras.
«¡Demonios!»
Pensó al ver el estado de salud de su compañera. No podía decir de igual manera que le sorprendía la postal de ver la piel quemada, a eso estaba acostumbrado, lo que le chocaba era que fuese una persona a la que la última vez había visto estaba en plena forma. La chica caería de rodillas, Mogura haría una carrera hasta ella y se arrodillaría a su lado para tomarla delicadamente.
Aotsuki-san, aguante un poco...
Diría el médico mientras la recostaba delicadamente sobre el tejado, sosteniendo su cabeza con una mano que no paraba de desprender un brillo verdoso que sin duda alguna estaría ayudando a que la kunoichi se sintiese mejor, estando tan cerca de la muchacha podría notar los rasgos bestiales que presentaba, nunca antes había visto algo como eso.
Voy a sanar sus heridas.
Agregaría con un tono serio muy propio de él mientras procedía a tarea de tratar las quemaduras repartidas alrededor del cuerpo de la chica con ambas manos. La mirada del joven médico solo se movía en búsqueda de zonas afectadas por un daño que habría producido el extraño.
—¡Ayame, Ayame! ¿Estás bien?
Diría Shanise quien después de constatar que el extraño ya no se encontraba cerca, volvería a donde estaban ambos genin. Mogura habría estado sanando a su compañera en todo momento, ni siquiera voltearía a ver a Shanise cuando esta regresaría. La lluvia caía sobre él y su cabello se mantenía a raya pero de todas formas era necesario llevarse su mano hasta la cabeza y acomodarlo.
«¿Q-qué?»
Tocó algo con sus pies en un momento, tuvo que voltear a ver que era. Y fue entonces que pudo verla, una espada corta cuyo dueño la habría abandonado momentos antes de caer por el borde del techo. Una mano se apagaría momentáneamente para ser extendida hasta la wakizashi y dejarla más cerca.
«Pluma...»
La sanación no se habría interrumpido en ningún momento pero después de dejar más a mano la herramienta causante del daño volvería a asistir a Ayame con ambas manos.
¿Quién era esa persona, Shanise-san?
Consultó sin separar su mirada de las quemaduras de la jinchuriki. Era todo muy raro y no estaba seguro si podía preguntar sobre el asunto, pero estaba en el techo del señor feudal del País de la Tormenta curando las quemaduras de una genin después de ser despertado vaya uno a saber a que hora. Preguntar no mataba a nadie.
«Es preciso conocer la identidad del demente que intentaría freír a una niña viva.»
—¡Mogura-kun, atiende a Ayame! ¡Está herida!
Ordenó la ANBU mientras se dirigía hacía donde había caído el extraño sujeto. El joven médico llevó su mirada a la muchacha y pudo ver entonces las marcas de las quemaduras.
«¡Demonios!»
Pensó al ver el estado de salud de su compañera. No podía decir de igual manera que le sorprendía la postal de ver la piel quemada, a eso estaba acostumbrado, lo que le chocaba era que fuese una persona a la que la última vez había visto estaba en plena forma. La chica caería de rodillas, Mogura haría una carrera hasta ella y se arrodillaría a su lado para tomarla delicadamente.
Aotsuki-san, aguante un poco...
Diría el médico mientras la recostaba delicadamente sobre el tejado, sosteniendo su cabeza con una mano que no paraba de desprender un brillo verdoso que sin duda alguna estaría ayudando a que la kunoichi se sintiese mejor, estando tan cerca de la muchacha podría notar los rasgos bestiales que presentaba, nunca antes había visto algo como eso.
Voy a sanar sus heridas.
Agregaría con un tono serio muy propio de él mientras procedía a tarea de tratar las quemaduras repartidas alrededor del cuerpo de la chica con ambas manos. La mirada del joven médico solo se movía en búsqueda de zonas afectadas por un daño que habría producido el extraño.
—¡Ayame, Ayame! ¿Estás bien?
Diría Shanise quien después de constatar que el extraño ya no se encontraba cerca, volvería a donde estaban ambos genin. Mogura habría estado sanando a su compañera en todo momento, ni siquiera voltearía a ver a Shanise cuando esta regresaría. La lluvia caía sobre él y su cabello se mantenía a raya pero de todas formas era necesario llevarse su mano hasta la cabeza y acomodarlo.
«¿Q-qué?»
Tocó algo con sus pies en un momento, tuvo que voltear a ver que era. Y fue entonces que pudo verla, una espada corta cuyo dueño la habría abandonado momentos antes de caer por el borde del techo. Una mano se apagaría momentáneamente para ser extendida hasta la wakizashi y dejarla más cerca.
«Pluma...»
La sanación no se habría interrumpido en ningún momento pero después de dejar más a mano la herramienta causante del daño volvería a asistir a Ayame con ambas manos.
¿Quién era esa persona, Shanise-san?
Consultó sin separar su mirada de las quemaduras de la jinchuriki. Era todo muy raro y no estaba seguro si podía preguntar sobre el asunto, pero estaba en el techo del señor feudal del País de la Tormenta curando las quemaduras de una genin después de ser despertado vaya uno a saber a que hora. Preguntar no mataba a nadie.
«Es preciso conocer la identidad del demente que intentaría freír a una niña viva.»
Hablo - Pienso